Seis meses después de las últimas elecciones generales, los españoles tenemos este domingo un nuevo compromiso con las urnas y la sensación amarga de haber perdido un tiempo precioso. Porque si entonces la situación de España era complicada, hoy lo es mucho más. 

El problema catalán ha empeorado por la irresponsabilidad de los líderes nacionalistas que, lejos de encajar la sentencia del Tribunal Supremo a los cabecillas del procés, lanzan cada día nuevos desafíos al Estado e incluso alientan las revueltas callejeras. Asistimos a un intento sistemático de subvertir el orden constitucional por un separatismo que muestra sin disimulo su perfil violento. La detención de miembros de los CDR acusados de terrorismo y lo que vamos sabiendo de sus planes hablan por sí solos. 

Pero al agravamiento de la inestabilidad en Cataluña hay que añadir nuevas incertidumbres. La ralentización de la economía nos sitúa ya a las puertas de una nueva crisis. Los últimos datos de paro son los peores en siete años y Bruselas acaba de rebajarle a España las perspectivas de crecimiento para este año y para el que viene en cuatro décimas.

Bloqueo y turbulencias

A los malos indicadores económicos internos hay que sumar las turbulencias internacionales que genera la guerra comercial abierta entre Estados Unidos y China, y las incalculables consecuencias de un brexit que se posterga una y otra vez.

Y lo peor es la situación política, de la que hay que responsabilizar a los dirigentes de los principales partidos por su intransigencia e incapacidad para romper el bloqueo. Las encuestas dibujan hoy un mapa mucho más inestable que el que dejó el 28-A.

Si Pedro Sánchez buscaba con la convocatoria del 10-N reforzar su posición para construir un gobierno fuerte, todo indica que no va a lograrlo. Más aún: el crecimiento notable de la derecha radical y populista complica mucho más la formación de mayorías. Las combinaciones para conformar un Ejecutivo moderado se han esfumado y éste sólo podría alcanzarse gracias a una gran coalición que tanto Sánchez como Casado han descartado en la campaña.

Provisionalidad

Algo habrá que hacer, no obstante, porque son impensables unas terceras elecciones y España necesita con urgencia hacer frente a tres peligrosos populismos: el independentista, que trata de colapsar Cataluña y amenaza con extender el virus separatista a otros territorios; el de la izquierda dogmática, que ha convertido en sus principales enemigos a las empresas del Ibex y a la Constitución del 78 y los consensos a que dio lugar; y el de esa extrema derecha que apela a los sentimientos más bajos para culpar a los inmigrantes y al Estado autonómico de todos los males del país.

La alternativa a este radicalismo de tres cabezas está en el constitucionalismo, que ha proporcionado los mejores años de equilibrio y prosperidad a España: ése es hoy el voto útil. Por eso pedimos que los conservadores den su apoyo al PP, que la izquierda moderada y los socialdemócratas voten al PSOE y los liberales, a Ciudadanos. No se trata sólo de una receta para salir del bloqueo, sino de la única fórmula para iniciar las acuciantes reformas que hay que acometer tras estos años de frustración y provisionalidad. 

Ni una sola persona con valores democráticos asentados e identificada con el espíritu de la Transición debe quedarse este domingo en casa.