España afrontará unas nuevas elecciones después de que el Rey constatara este martes que no hay acuerdo suficiente para investir a un candidato. El ofrecimiento de Albert Rivera de una doble abstención junto al PP para investir a Pedro Sánchez ha caído en saco roto.

Tomás Serrano

El presidente en funciones ha contestado sin ningún fundamento que los tres requisitos que pedía Rivera para la abstención (pacto constitucionalista en Navarra, estudiar un nuevo 155 para Cataluña y bajada de impuestos) ya se cumplen. 

Queda claro que Sánchez ha optado presentarse ante los españoles como víctima de un doble bloqueo: de Podemos y de Ciudadanos. 

Victimismo

Sánchez ha mostrado con Rivera la misma inflexibilidad que con Pablo Iglesias en todos estos meses. Sin embargo, el ofrecimiento de Rivera -tardío pero viable- contribuye a desmontar el relato del líder del PSOE.

Lo cierto es que Sánchez ha podido pactar con Podemos y los nacionalistas, o con Cs gracias al movimiento de última hora de Rivera, pero en lugar de eso ha preferido volver a llamar a las urnas, confiado en las encuestas.

Coste

Un crecimiento de la abstención supone un riesgo evidente para Sánchez, que en el mejor de los casos, y según dicen los sondeos, podría encontrarse el 10-N con unos resultados similares a los del 28-A. Esto exigiría nuevos pactos para gobernar, y después de atacar a izquierda y derecha, tendrá que restañar no pocas heridas. 

Ojalá que las nuevas elecciones arrojen un futuro más claro para nuestro país. Los retos económicos y territoriales no son menores. Urge tener un Gobierno fuerte tras el 10-N, pero mal empezamos cuando Sánchez fue incapaz de mostrar un mínimo de autocrítica en la noche del martes.

Los acontecimientos demuestran que el presidente acarició desde el principio el objetivo de repetir las elecciones en aras de un gobierno monocolor. Pero la única certeza es que ir a las cuartas elecciones en cuatro años costará casi 200 millones de euros al erario público, y un punto más de descrédito a la clase política.