Mientras en España aún cunde la alarma social generada por el brote de listeriosis tras la confirmación de la tercera muerte, EL ESPAÑOL ha conocido que 17 niños han sido afectados por hipertricosis. Esta dolencia, más conocida como 'síndrome del hombre lobo', se caracteriza por un anormal crecimiento del vello corporal: las víctimas consumieron un medicamento adulterado que debería combatir el reflujo gástrico.

Como contamos en detalle, los pequeños fueron contaminados por minoxidil, un principio activo que de forma irregular y procedente de la India se encontraba en los lotes que llegaron a farmacias españolas.

Errores

Bien es verdad que la Agencia Española del Medicamento ordenó la retirada de estos lotes defectuosos del mercado después de recibir la alerta del Sistema Español de Farmacovigilancia. Y que, a día de hoy, la empresa distribuidora de estos compuestos tiene bloqueada cualquier actividad. El problema radica en que los lotes contaminados procedían de un distribuidor autorizado que aseguraba cumplir la normativa europea: algo que prueba una intolerable secuencia de fallos.

Sin ánimo de generar alarmas innecesarias, sí que es conveniente que se analice este caso junto al de la listerioris, y que nos preguntemos el porqué de tantos desaciertos en las normas de control. En un episodio y en otro es evidente que se han cometido flagrantes errores en la cadena de seguridad. 

Si en el brote infeccioso de listeriosis hay que repartir las culpas entre el fabricante (que pecó de una imprudencia gravísima al manipular la carne), las autoridades sanitarias (que no detectaron a tiempo la bacteria y que se empeñan en reproches cruzados y en eludir responsabilidades) y una marca blanca que se despreocupó de cerciorarse de la salubridad del producto cárnico, algo similar ocurre con el fármaco defectuoso. 

Descontrol

Cierto es que las consecuencias en el caso de la infección por listeriosis son fatídicas -3 fallecidos hasta el momento-, mientras que los niños afectados de hipertricosis verán cómo los efectos de la contaminación farmacéutica desaparecerán paulatinamente, según confirman los expertos. 

Pero el tiempo transcurrido entre la localización del producto y su retirada del mercado, la lentitud en implementar las alarmas y el descontrol entre las diferentes autoridades -desde Europa a un laboratorio municipal de Sevilla- hacen que nos cuestionemos si de verdad estamos protegidos de que un jarabe infantil o de que un trozo de carne contengan veneno.