Han pasado 11 semanas -se dice pronto- desde las elecciones del 28-A y, lamentablemente, poco o nada se ha avanzado desde entonces en la configuración de una mayoría de gobierno. Hoy, 78 días después de los comicios, Pedro Sánchez sólo tiene garantizado un escaño más de los que obtuvo el PSOE: el del PRC de Miguel Ángel Revilla. Pobre resultado.

Está claro que algo se ha hecho mal, y que quien más responsabilidad tiene es quien debe aglutinar los apoyos para llegar a la Moncloa. Quién lo iba decir de Sánchez, que se ha presentado como el campeón del diálogo y el consenso. Pero nadie puede esperar que la Presidencia del Gobierno le caiga del cielo.

Frankenstein

Primero decidió aplazar cualquier conversación seria a que pasaran las elecciones municipales, autonómicas y europeas, con el argumento de que ese proceso podría contaminar las negociaciones. Después, en un intento claro por desgastar a sus adversarios, se ha centrado en su agenda internacional como presidente.

En el corto plazo la estrategia le ha salido bien a Sánchez. Ha abierto una crisis en Ciudadanos -su principal competidor en el centro del tablero-, al que ha presentado hábilmente como el principal causante del bloqueo institucional. Pero no es cierto. Hoy publicamos una información que demuestra que, mientras pide el apoyo de PP y Cs, el PSOE ha pactado sistemáticamente con populistas y nacionalistas en toda España para crear gobiernos Frankenstein.

Incertidumbre

Si había alguna posibilidad de que Albert Rivera o Pablo Casado facilitaran su investidura, Sánchez la ha dinamitado al consentir que los socialistas navarros se apoyen en Bildu para gobernar la Comunidad foral. Pero además, esa estrategia de solicitar apoyos a izquierda y derecha, ninguneando a Podemos, ha acabado  envalentonando a Pablo Iglesias, que ve ahora la ocasión de vender más caros sus votos mientras le acusa de traicionar a la izquierda.

Así las cosas, estamos a una semana del inicio del debate de investidura con mucha más incertidumbre de la que había la noche del 28-A. El tiempo se ha vuelto en contra de Sánchez. La sombra de unas nuevas elecciones crece... y habrá que ver si, llegado el caso, éstas le benefician tanto como le dicen sus asesores.