La formación del Gobierno en la Comunidad de Madrid se está convirtiendo en el culebrón del verano. Si este lunes el Partido Popular y Ciudadanos rubricaban un pacto en vísperas del pleno de investidura, Vox condicionaba su apoyo, imprescindible por una mera cuestión numérica, a la celebración de una cumbre tripartita. O lo que es lo mismo: reeditar la foto de Colón y situarse al mismo nivel de PP y Cs en la batalla de la opinión pública.

Al margen de la actitud del partido de Santiago Abascal de torpedear la investidura del centro y la derecha en Madrid y en la Región de Murcia, Vox está adoptando una actitud más que irresponsable y saltándose las mínimas reglas del respeto y la cortesía. La prueba es que Rocío Monasterio, la representante de la formación en la Comunidad de Madrid, ha traspasado todos los límites de la decencia al asegurar en una entrevista que "Rivera tiene que decidir dónde quiere estar. Los españoles no saben dónde está, no lo sabe ni Malú". 

Ataque gratuito

Que una política utilice el ataque gratuito a la esfera privada del líder de Ciudadanos degrada la vida parlamentaria en su conjunto: prácticas como esta deben ser extirpadas de raíz. Y resulta más sorprendente que esta invectiva intolerable provenga de Rocío Monasterio, que hasta la fecha ha venido desempeñado el rol más moderado dentro de la cúpula de Vox.

Cierto que la conformación de los Ejecutivos en Madrid y Murcia está siendo boicoteada sistemáticamente por Vox, pero frente a las posiciones del partido de Santiago Abascal conviene ponderar la actitud constructiva y de templanza de Isabel Diaz Ayuso, que este mismo lunes informaba de que en el acuerdo entre PP y Cs ha incluido "las propuestas que Vox trasladó a los medios" y se ha comprometido a "cumplirlas" y a defenderlas. Huelga decir que son aquellas propuestas que no afectan ni a derechos ni a libertades. 

Rabieta

Así las cosas, la rabieta de Vox no sólo complica el panorama en los gobiernos murciano y madrileño, sometidos a una situación de interinidad. Y es que tiene que resultar inconcebible para sus votantes que el partido se enroque y se niegue a apoyar pactos de gobernabilidad que, grosso modo, consignan muchas de las reivindicaciones de la formación de Santiago Abascal. Los ciudadanos ni pueden asistir a esta degradación del debate político, ni deben asistir a la dialéctica tabernaria a la que parece haberse aficionado la propia Monasterio para ganar protagonismo.

La base de la democracia es la aceptación de los resultados de las urnas y trabajar conforme a esos resultados. A Pedro Sánchez le gustaría ser investido con mayoría absoluta, a Pablo Iglesias conseguir varios ministerios y a Albert Rivera ser el líder de la oposición. Pero los números son los que son y Vox no debería bloquear Madrid con sus 12 escaños, ni normalizar el insulto en el debate político.