La dimisión de Toni Roldán es un duro revés para Albert Rivera, tanto por el protagonismo que tenía dentro de Ciudadanos -era diputado, portavoz de Economía y secretario de Programas y Áreas Sectoriales-, como por cuanto supone un suma y sigue en el goteo de críticas internas y deserciones.

La marcha de Manuel Valls, la salida de Roldán y la baja posterior de Javier Nart en la ejecutiva tienen el mismo denominador común: el desacuerdo con la política de pactos establecida por Rivera y, particularmente, su negativa absoluta a favorecer la investidura de Pedro Sánchez.

Condiciones

Es comprensible la desconfianza de Rivera a llegar a acuerdos con el líder socialista. Sánchez incumplió su palabra al no convocar elecciones después de prosperar la moción de censura a Rajoy, se apoyó en Podemos para gobernar con una agenda populista y coqueteó con Torra y Junqueras. Sin embargo, los resultados electorales tienen la ventaja para Cs de que le permiten imponer condiciones y cerrar definitivamente aquella página. 

El error de Rivera no ha sido decir "no" a investir a Sánchez, sino hacerlo sin explorar siquiera las posibilidades. Quizás ya nunca sepamos qué hubiera pasado de haber condicionado su abstención o apoyo a que gobernase Javier Esparza en Navarra, desechar los indultos a los líderes del procés y descartar una política fiscal confiscatoria.

El centro

Ese hipotético acuerdo con Sánchez hubiera sido muy provechoso para España, y es más que probable que para Cs. Por lo pronto se habría ahorrado la crisis actual. Pero cabe recordar también que más del 80% de los votantes de Cs preferían que Rivera se abstuviera en la investidura, tal y como reflejó el sondeo de SocioMétrica para EL ESPAÑOL.   

La realidad es que tanto Pablo Iglesias como Rivera, los dos representantes de la nueva política, se han enquistado en sus planteamientos. Rivera, al contrario de Pablo Casado, ni siquiera ha aceptado volver a reunirse con Sánchez, pese a que una de las características del centro que reivindica debe ser la flexibilidad. De hecho, lo peor que le podría pasar ahora es que, por una razón de Estado, el PP facilitara la investidura de Sánchez. Tendríamos así la paradoja de ver a una nueva política envejecida, y a la vieja, regenerada.