El nombramiento del separatista Joan Planellas como arzobispo de Tarragona es un grave error del Papa Francisco, además de una flagrante contradicción. Este sacerdote se ha distinguido en los últimos años por sus radicales posiciones políticas, que le han llevado a poner la bandera independentista en la iglesia y a tocar las campanas para festejar los acontecimientos más señalados del separatismo.

De un representante de la Iglesia se espera que trate a todos los ciudadanos por igual, sin distinciones, e incluso que sea particularmente sensible con quienes son más vulnerables. No es el caso de Planellas. Hoy revelamos en EL ESPAÑOL cómo cuando era párroco del municipio gerundense de Jafre despachó a Albert Boadella y a su esposa: "Si no os gusta el pueblo, hay otros".

Misericordia

Huelga recordar el acoso de vecinos de Jafre a la familia Boadella con insultos, pintadas e incluso ataques a su jardín, y cómo tras 35 años allí, al dramaturgo le han hecho la vida imposible sin que el cura -hoy arzobispo- mostrara sensibilidad o misericordia por su situación.  

Viendo además cómo Planellas se ha mostrado partidario de la república catalana y de la Iglesia catalana como organización independiente, y ha utilizado la institución como altavoz de una causa política cuesta entender qué méritos ha observado el Papa para ascenderle a arzobispo.

Labor política

El nombramiento de Planellas llega en un momento muy delicado, en mitad del juicio en el Supremo a los cabecillas del golpe y cuando las autoridades catalanas se muestran determinadas a insistir en el desafío independentista. En cualquier circunstancia, pero particularmente en ésta, el Papa debería haber apostado por una persona no significada políticamente, neutral, más encaminada a la labor pastoral que a las cuitas políticas.

La decisión de Francisco también es incongruente, y es que hace poco más de un mes declaraba a periodistas españoles que "le gustaría" visitar nuestro país, pero que esperaría antes a que "haya paz". Colocar a Planellas como arzobispo es la peor forma de lograr ese objetivo, porque equivale a sembrar guerra.