EL ESPAÑOL publica hoy las gravísimas revelaciones sobre el 11-M que el ex comisario Villarejo ha dirigido al juez. Entre ellas, arguye que en la preparación de los terribles atentados de Madrid intervinieron "sujetos vinculados a la Embajada marroquí" y que éstos "instruyeron en el montaje de los explosivos" a los terroristas. 

El ex comisario va más allá cuando alega que la "no inmolación" en la matanza es la prueba definitiva de que el 11-M es fruto de una "operación de Inteligencia, no yihadista" que contó, al menos, con el silencio cómplice de los servicios secretos franceses.

Pieza separada

La gravedad y la concreción de las afirmaciones de Villarejo deberían obligar a abrir urgentemente una pieza separada sobre el peor atentado de la Historia de España. Pero es que, además, el ex policía estaba donde se cruzaban todo tipo de informaciones, y su testimonio es vital para esclarecer qué pasó antes, durante y después de aquel fatídico día de marzo. 

Que Villarejo ponga el foco sobre servicios de Inteligencia extranjeros podría explicar el modo en el que unos individuos sin experiencia manejaron con pericia una activación de explosivos que requería de especialización. Y la referencia a la participación de dos países amigos y vecinos como Marruecos y Francia resulta inquietante y tampoco puede pasarse por alto.

El testimonio

No por el descrédito que ha acumulado Villarejo estos años deben dejarse de investigar las pistas que pone ahora sobre la mesa. En la resolución de los grandes crímenes de la Historia siempre ha habido chivatazos de denunciantes turbios y de dudosa moralidad. Y sin embargo, gracias a esos testimonios se llegó a la verdad.

La sociedad y las víctimas exigen, desde hace quince años, luz y taquígrafos. El escrito de Villarejo puede alumbrar algunas de las zonas oscuras del 11-M.