El PSOE está ya más que volcado en los comicios del 28 de abril. A la reciente purga en el partido para garantizar la lealtad al secretario general, hay que sumar varios hechos que prueban el modo en que Sánchez afronta las elecciones generales

Como hoy cuenta EL ESPAÑOL, Pedro Sánchez tenía largamente pensada la logística antes de convocar a las urnas, como lo demuestra la contratación de una campaña de lanzamiento estrenada un día antes del Consejo de Gobierno extraordinario. Y han seguido en cascada la entrevista del lunes en televisión y la publicación de sus memorias. Mientras se volcaba en orquestar este plan B, Sánchez hacía creer a la ciudadanía que fiaba todo a la aprobación in extremis de sus Presupuestos.

Viaje al centro

El contenido de su libro da no pocas pistas de cómo el presidente del Gobierno ha previsto la precampaña, incluido su repentino viaje al centro. En las 320 páginas sólo hay una referencia a Pablo Casado y ninguna a Abascal. Toda la artillería se focaliza en la figura de Albert Rivera, al que describe como inconsistente, traidor, ultraconservador... 

Si en la entrevista del lunes en TVE Sánchez no se cerró ninguna puerta de posibles pactos postelectorales, incluida la del independentismo, un día después, en el Senado, optó por homologar al nacionalismo con la derecha acusándole de vivir permanentemente "del conflicto". Quien no comprenda los ardides del líder socialista podría entender esto como una cierta esquizofrenia política.

Resistir

Más aún si se tiene en cuenta que simultáneamente a sus críticas al independentismo en la Cámara Alta, el PSOE votaba junto a los separatistas en la Cámara Baja en contra de que la convocatoria de referéndums ilegales conlleve penas de cárcel: a España rogando y con los indepes votando. 

La estratagema de Sánchez pasa ahora por la ductilidad y por hacer buena la máxima de su libro: resistir. No hay otro criterio en el presidente que el de hacer de la necesidad virtud.