Andalucía vive desde este miércoles un nuevo tiempo. Con 59 votos a favor y 50 en contra, Juan Manuel Moreno Bonilla se ha convertido en el primer presidente no socialista de la Junta 37 años después de inaugurado el autogobierno.

El debate previo a la votación estuvo caracterizado por una violencia verbal y una acritud inusuales para una jornada de investidura. Decir que la oposición demostró mal perder sería quedarse seguramente cortos. 

Trazo grueso

Que Teresa Rodríguez, de Adelante Andalucía, acuse al nuevo presidente de estar "entregado a la extrema derecha" y le afee que cite a Lorca, como si el poeta fuera patrimonio exclusivo de la izquierda, da idea del trazo grueso empleado. Susana Díaz, con un tono más comedido, tampoco se quedó corta. 

Las continuas interrupciones, los desplantes desde los escaños y las reiteradas llamadas al orden de la presidenta de la Cámara prueban que sobró gramática parda en un día histórico que requería de otras actitudes y cierta solemnidad.

Alternancia

Pero esos detalles, que demuestran que Moreno Bonilla ya sabe que no va a disponer ni de los habituales 100 días de gracia, no deben empañar la realidad de que asistimos a un cambio de ciclo político que hay que aplaudir, con todas las reservas que sean necesarias.

La legislatura que ahora echa a andar en la comunidad más poblada de España se antoja intensa, con una izquierda dispuesta a hacer valer su capacidad de convocatoria en la calle y un nuevo gobierno obligado a cumplir sus promesas, al que no le debe temblar el pulso a la hora de levantar las alfombras. Puesto que la alternancia es la esencia de la democracia, era prioritario que ésta llegara, por fin, a Andalucía.