El encuentro entre el Gobierno central y el catalán celebrado este miércoles ha evidenciado lo lejanos que están los intereses de unos y de otros, salvo en un aspecto: ambos pretenden alargar el diálogo todo lo posible.

Llama la atención, por ejemplo, algunos de los temas que quedaron fuera de la agenda. No se abordaron ni los derechos de los castellanohablantes en Cataluña ni se pidieron explicaciones al Govern por su campaña de ataques al Jefe del Estado. El Gobierno habló de "inversiones" y la Generalitat de "derechos políticos".

Tregua tácita

La reunión supuso, en el fondo, la escenificación de una tregua tácita antes de encarar un otoño caliente. Al independentismo le interesa mostrar una cara amable y dialogante antes de lanzarse a la calle con ocasión de la Diada, del aniversario del 1-0 y del inicio del juicio a los cabecillas del procés.

También quedó claro, tras la cita en el Palau de la Generalitat, que el Ejecutivo pretende ganar tiempo y alejar los nubarrones del adelanto electoral. En realidad, la delegación del Gobierno no debería haberse presentado a la cita tras las graves provocaciones a Felipe VI en la víspera.

Diálogo estéril

La reunión fue estéril y cada cual trató de agradar a su parroquia: la Generalitat planteó sus posiciones maximalistas y anunció que volverá sobre ellas en reuniones futuras, y la minsitra Batet aseguró que ni el "derecho de autodeterminación" ni la situación de los presos podían debatirse en ese "marco institucional". Lógico.

La nueva operación diálogo que pretende Sánchez durará hasta que quiera el independentismo, que trata de armarse de argumentos antes de romper la baraja para no dar imagen de intransigencia. Pero si algo está claro es que dos monólogos nunca harán un diálogo.