A tenor de lo visto este viernes en el primer día del congreso del PP, si hubiera que apostar hoy por quién será el sucesor de Rajoy habría que hacerlo por Sáenz de Santamaría. El tono de la jornada, en la víspera de la votación final, fue de encerrona a su rival, Pablo Casado.

Durante las primarias, Casado ha defendido la necesidad de proceder a una profunda renovación del partido y ha reivindicado la figura de Aznar como ejemplo de la mejor historia del PP. Pues bien, los discursos y el ambiente fueron de total cierre de filas sobre la decadente etapa de Rajoy y de absoluto triunfalismo, mientras se ninguneaba a su antecesor.

Desdén y ninguneo

De entrada, Aznar ni siquiera fue invitado al que es un congreso histórico, tanto por el momento que atraviesa la formación -en claro riesgo de perder la hegemonía del centroderecha- como por el formato elegido, con participación de los afiliados en la elección del nuevo líder.

Ese desdén y ninguneo llegó al culmen en la intervención de Rajoy, que no citó a su mentor, como si nunca hubiera existido. Su frase "me aparto, pero no me voy; seré leal, y todos sabéis que yo sé lo que es ser leal", era su forma de llamar desleal a Aznar, y fue el momento más ovacionado de su discurso, con el auditorio puesto en pie.

Presión ambiental

Al ajustar cuentas con Aznar, al apuñalar y matar al padre, Rajoy estaba dejando malherido también a Casado. Si el legado de Rajoy es tan bueno, la persona que mejor puede defenderlo es Sáenz de Santamaría, pues ha sido su persona de confianza en el Gobierno estos años.

Con esa presión ambiental, Casado va a tener difícil lograr los apoyos que necesita en una votación que se prevé muy reñida. Habrá que ver si en las cabinas de votación se impone este sábado el eco de los aplausos de la víspera o la realidad de un partido que ha perdido tres millones de votos -hasta seis según las encuestas- y que camina peligrosamente por el alambre.