La guerra está servida. Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal, con el permiso de un Pablo Casado revitalizado tras la inesperada espantada de Alberto Núñez Feijóo, se van a jugar el liderazgo del Partido Popular.

Y lo van a hacer sin contemplaciones y sin piedad la una con la otra. Son demasiados años de desencuentros, demasiados enfrentamientos y demasiados golpes bajos y odios sarracenos. Es lo peor que podía sucederle a un partido inmerso ya en una crisis galopante por la sentencia del caso Gürtel y por la pérdida de la Moncloa tras la moción de censura que acabó con la carrera política de Mariano Rajoy.

En estado de shock

Esta batalla fratricida llega además en el momento menos indicado y no parece que ningún resultado pueda cerrar las heridas que a buen seguro abrirá en canal. Y todo esto en medio del estado de shock que todavía golpea a los populares tras la renuncia del presidente gallego, el gran favorito para la mayoría del partido y el único que, a priori, garantizaba la verdadera y necesaria renovación en las filas del partido conservador.

Cospedal y Sáenz de Santamaría han empezado las hostilidades marcando territorio. La primera se ha presentado como la candidata del aparato y la segunda como la preferida de los militantes. Cuando la verdad es que ni la segunda ha tenido a bien mezclarse en demasía con los simpatizantes y militantes, ni la primera puede vanagloriarse de tener a todas las federaciones de su parte, especialmente tras el fiasco electoral en Castilla La Mancha.

Y en el medio, Pablo Casado

Este martes coincidieron, en el anuncio de sus respectivas candidaturas, en defender la unidad de España, el legado de Mariano Rajoy, la fortaleza del PP, el papel de la mujer y la necesidad de redefinir el centro derecha. Además, también coincidieron ambas en presentarse como la candidata idónea para alcanzar la presidencia del partido, primero, y del Gobierno de la nación, después.

Sigue siendo incompresible que las dos principales candidatas a sustituir a Mariano Rajoy sean las que han sido sus número dos en el Ejecutivo y en el Partido Popular. Esto no es renovación ni savia nueva porque ambas han participado en todo aquello que ha llevado al ostracismo a su partido. Es, simplemente, una lucha de poder. Y en el medio, Pablo Casado, el único que verdaderamente quiere poner patas arriba el partido, llevando a cabo una profunda renovación, y al que la marcha atrás de Feijóo puede darle alguna oportunidad.