En apenas unas horas el PP ha mostrado su cara más rancia con dos posicionamientos políticos demasiado controvertidos como para considerarlos simples meteduras de pata y no una estrategia preconcebida. Primero arremetió contra la huelga feminista convocada para el Día de la Mujer Trabajadora con una agresividad innecesaria. Y luego hizo valer su peso en IFEMA para censurar una exposición de ARCO por reivindicar -con más simpleza que pericia, por cierto- la especie de que España es una dictadura con presos políticos. En ambos casos, además, el PP ha dado muestras de cálculo y premeditación.

El partido de Rajoy ha difundido entre sus cargos un comunicado para explicar su rechazo a la huelga del 8-M en el que los argumentos rezuman más animadversión que crítica. Atribuye su convocatoria a las “élites feministas” -frente a las “mujeres reales”- y acusa a las asociaciones y colectivos promotores del paro de “querer romper el modelo de sociedad occidental” y de “apostar por el enfrentamiento entre hombres y mujeres”.

Polarizar el debate

Todos los años se celebra el Día de la Mujer Trabajadora con marchas reivindicativas encabezadas por sindicatos, partidos y asociaciones de mujeres. El movimiento feminista es ahora más transversal que nunca, por más que en sus filas recalen también muchas radicales defensoras de posturas caricaturescas.

Del escaso predicamento de las últimas huelgas generales se puede confiar en que un paro de carácter celebratorio no supone una amenaza para la economía del país. Además, tampoco hace falta menospreciar la lucha feminista para rechazar esta huelga. Todo ello hace pensar que con esta posición tan escorada el PP busca polarizar el debate sobre el feminismo adrede.

Otro tanto cabe pensar de los motivos que han llevado al PP a hacer valer su influencia en IFEMA para retirar la exposición de Santiago Sierra Presos políticos españoles contemporáneos, una serie de 24 retratos con la cara pixelada en los que se reconocen los rostros de Junqueras, Forn, los Jordis, los proetarras que lincharon a dos guardias civiles y sus novias en Alsasua o los titiriteros que fueron detenidos y encarcelados por enaltecimiento del terrorismo en 2016.

Separatistas enardecidos

El veto, evidentemente, ha dado a la exposición una publicidad que difícilmente hubiera logrado por sí misma. También ha enardecido a los partidos separatistas y de izquierdas -con el absurdo desmarque del PSOE, que ha apoyado la retirada de las fotografías -, ha prestigiado en el dudoso valor de una composición por la que ahora se pelean Carmena y Colau, y ha monopolizado el debate sobre ARCO.

Con estas decisiones el PP se escora más a la derecha en busca de un espacio propio en el que mantenerse a salvo del avance de Ciudadanos en las encuestas. El problema es que, una vez abandonado el centro y renunciado a la moderación, quizá no pueda recuperar esa sensatez cuyo monopolio tanto le gusta arrogarse a Rajoy.