El último barómetro del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud arroja datos realmente preocupantes respecto a la percepción de violencia de género. Uno de cada cuatro jóvenes (27,4%) la considera “una conducta normal en el seno de la pareja”; uno de cada cinco (21%) cree que es un tema “politizado” que “se exagera”; y el 7% la ve “inevitable”.

Si tenemos en cuenta que el muestreo -1.274 entrevistas con chicos y chicas de entre 15 y 29 años- se realizó en abril, un mes en el que nada menos que siete mujeres fueron asesinadas a manos de sus parejas, el resultado de este estudio sólo puede producir escalofríos. Sobre todo porque, según los expertos, permite intuir quizá por qué una de las lacras sociales más atroces es resistente a cuantas políticas públicas y pactos de Estado se han puesto en marcha en nuestro país en los últimos años pos de su erradicación.

Propio de la vida en pareja

Este estudio revela que la violencia de género se condena como “problema social” -el 87% de los jóvenes lo califica de “muy grave”- pero se normaliza en tanto que fenómeno propio de la vida en pareja, según la percepción de un porcentaje nada despreciable de muchachos. Esta conclusión aparentemente contradictoria explicaría por qué en 2015 otro estudio similar reveló que un 80% de los encuestados aseguraba conocer casos de violencia de género en su entorno.

También sugiere una percepción muy distinta cuando la violencia de género se visualiza trágicamente en los medios de comunicación -este año ya van 49 mujeres y ocho menores asesinados a manos de sus parejas y padres o padrastros- y cuando se gesta mediante la asunción de actitudes y roles machistas en los que la dominación y la agresividad masculinas definen la vida en pareja.

Machismo cultural

En esta percepción distinta de dos aspectos indisociables -el machismo cultural como origen de la violencia hacia las mujeres- permite explicar por qué todas las estrategias ensayadas hasta ahora no han servido para corregir la terrible estadística. Los expertos consultados por EL ESPAÑOL insisten en que es un error garrafal considerar que los jóvenes, por el hecho de serlo, están más concienzados que sus mayores en cuanto atañe a la igualdad entre hombres y mujeres. También subrayan que es preciso reenfocar las políticas de prevención hacia una educación transversal en valores desde la infancia.

Persistir en campañas de publicidad dirigidas a parejas adultas, cuando el problema se normaliza en las primeras relaciones puede ser el modo más rápido de seguir dándose de bruces una y otra vez. Y lamentarse o dar por sentado que no se puede hacer nada no es una opción.