El alto el fuego parcial acordado este viernes por Donald Trump y Vladimir Putin en la cumbre del G-20 en Hamburgo ha sido recibido con lógico escepticismo por el conjunto de la comunidad internacional. Sobran los motivos para recelar de ambos mandatarios.

Los presidentes de EE.UU. y Rusia no tienen dudas de que hay que acabar con los terroristas de Estado Islámico, pero han utilizado en el pasado el conflicto sirio para hacer demostraciones de poder bélico y mejorar así su imagen en sus respectivos países. Aunque la ofensiva sobre Mosul está cambiando el curso de la guerra contra Daesh, no hay ninguna garantía de que las dos potencias mundiales más involucradas en el avispero sirio vayan a respetar el cese de hostilidades entre las facciones rebeldes y el ejército del dictador Al Asad, aliado de Moscú. Mucho menos si a cambio tienen que ceder un ápice en la defensa de sus intereses.

Aislamiento de Trump

Ni Trump ni Putin ofrecen credibilidad en lo que refiere a su compromiso por la paz mundial y al presidente de EE.UU. le convenía particularmente presentar cualquier anuncio de calado tras verse con su homólogo ruso. Toda la comunidad internacional estaba pendiente de esta entrevista, cuya exitosa escenificación ha pretendido utilizar Trump para sobreponerse de la pésima imagen de aislamiento que ha ofrecido en la inauguración: por primera vez en la historia del G-20 un presidente de EE.UU. aparecía en una esquina de la foto de familia.

Sin embargo, y a expensas de ver si el alto el fuego en Siria se mantiene en el tiempo, los temas sobre la mesa no se han resuelto. No se ha producido ningún avance que permita pensar que la crisis de Crimea, tras la invasión rusa de hace tres años, vaya resolverse diplomáticamente. Tampoco hay acuerdo en materia de refugiados ni sobre la lucha contra el cambio climático.

Además, los halagos con que el presidente americano ha tratado a Putin nada más verlo no aclaran la injerencia rusa en las elecciones de EE.UU., ni despejan las relaciones entre algunos de sus colaboradores y el espionaje ruso.

Guerra comercial

Por otro lado, la entrevista de Trump y Putin tampoco supone ningún mensaje tranquilizador para el resto de líderes mundiales, cada vez más preocupados por la deriva proteccionista de Washington. Europa acaba de firmar un acuerdo político con Japón para activar un tratado de libre comercio y el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, ha advertido de que responderán de manera recíproca si Trump insiste en subir los aranceles a las importaciones de acero.

Hay que esperar a la resolución de clausura de esta cumbre del G-20, pero lo que menos le conviene a la economía mundial es que Trump desate ahora una guerra comercial global.