Sin la pasividad premeditada del Gobierno y de la Justicia y sin la connivencia cómplice de los grandes partidos no se explica la exitosa promoción que los terroristas han logrado hacer de su pantomima de desarme, programado para el sábado en Bayona.

Hace tres semanas que el activista abertzale  Etcheverry anunció que ETA confiaría la entrega incondicional de su arsenal a un grupo de “mediadores”, con la intención de hacerla efectiva el 8 de abril bajo la supervisión de verificadores internacionales: los mismos que hace tres años escenificaron una falsa entrega de armas en cajas de cartón.

Alistados de ETA

Algunos de los intermediarios reclutados por ETA fueron detenidos en diciembre por haber intentado destruir parte del arsenal de la banda y reconocieron ser sus interlocutores. Es incomprensible que, en todo este tiempo, ni la Policía, ni el Ministerio del Interior, ni la Fiscalía hayan reaccionado como cabe esperar en un Estado de Derecho.

A escasas horas de que ETA ultime su show, no hay noticia de que el Ministerio del Interior haya pedido detener a los recaderos de los terroristas para saber qué información tienen de su armamento. Tampoco se entiende que la Fiscalía General del Estado tardase dos semanas en solicitar a la Audiencia Nacional el envío de una comisión rogatoria a Francia para comprobar si alguna de las armas que vaya a entregar ETA fue utilizada en alguno de los 300 asesinatos que aún quedan por resolver. Y también resulta exasperante que esa misma Audiencia Nacional aún no haya hecho nada para acordar la colaboración de la Justicia francesa en este asunto.

Una pantomima de desarme

La inacción del Gobierno y de la Justicia sólo beneficia a ETA, que lleva tres semanas manteniendo la expectativa sobre una pantomima de desarme meramente propagandístico. Ni las fuerzas de seguridad confían en que los terroristas vayan a entregar todo su arsenal ni hay ninguna certeza de que lo que queda de ETA, tras la desarticulación de su aparato logístico, pueda geolocalizar la totalidad de sus zulos.

Los terroristas sólo tratan de imponer el relato final de su derrota con un teatrillo en el que Rajoy es el primer espectador. Lo que pretende ETA es arrogarse el final del terrorismo y lograr luego capacidad de interlocución con el Estado para abordar el acercamiento y la excarcelación de sus presos, el mantenimiento de sus objetivos políticos y el blanqueo de su historial criminal.

En esta tesitura, parece mentira que el PSE se haya prestado a fotografiarse con Otegi en un acto -del que fue excluido el PP- en el que se firmó una declaración sin alusiones a la actividad criminal de ETA. Los terroristas deben disolverse, entregar sus armas sin condiciones y colaborar en el esclarecimiento de sus crímenes. El precio de la paz no puede ser la impunidad ni la falsificación de la Historia.