El plan educativo que el consejero valenciano de Educación, Vicent Marzà, prevé implantar a partir de septiembre constituye una apuesta descarada por relegar el castellano de los colegios e institutos de esta Comunidad en favor del valenciano. 

Para vencer la resistencia de padres, alumnos y centros a plegarse a un modelo de enseñanza que aspira a emular la inmersión catalana y balear, el consejero Marzà -del ala nacionalista de Compromís- utiliza como palanca de cambio la formación en inglés mientras el presidente socialista Ximo Puig mira hacia otro lado.

Los gobiernos del PP trataron de impulsar durante años un modelo trilingüe en el que la enseñanza del ambas lenguas cooficiales no se imponía a la realidad sociolingüística de cada comarca, ya que en la Comunidad Valenciana -contrariamente a lo que sucede en Cataluña- hay zonas donde sólo se habla castellano y otras que son valencianohablantes. La única pata que fallaba de ese modelo era -como sucede en el resto de España- la falta de profesores lo suficientemente cualificados para garantizar el aprendizaje del inglés.

B1 pero no para todos

En el Programa Plurilingüe Dinámico de Marzà, la enseñanza en Primaria y Bachillerato se divide en seis niveles distintos de formación en valenciano y se distribuyen los recursos materiales y humanos para impartir inglés en función del número de horas y el grado de especialización en valenciano escogido por cada centro.

El criterio es motivar con más asignaturas en inglés a los colegios que impartan más horas lectivas y un nivel mayor de valenciano, con el objetivo de que los alumnos que se matriculen en las líneas avanzadas salgan del instituto con el B1 de inglés. En cambio, los centros que primen la enseñanza en castellano serán castigados con menos clases en inglés y su nivel no será homologable a ningún título oficial.

Presión a los padres

Aunque en todos los niveles hay una asignatura de inglés obligatoria, los alumnos matriculados en valenciano impartirán una materia más en inglés, lo que puede suponer -en función de la asignatura- hasta un tercio más de horas lectivas. Al imponer estas reglas de juego, el Gobierno valenciano empuja a padres y alumnos a presionar a los centros para que asuman el máximo nivel de valenciano posible en detrimento de la enseñanza en castellano.

Este modelo abre la puerta a una inmersión indirecta en valenciano y quiebra la igualdad de oportunidades de los niños en el acceso al aprendizaje en inglés. El controvertido Marzá, cuyas políticas contra la enseñanza concertada ya han suscitado manifestaciones, quiere sojuzgar por decreto la pacífica convivencia del valenciano y del castellano en la Comunidad Valenciana y para ello utiliza como cebo el inglés. Y el PSOE consiente.