El modo en que Rajoy ha mudado este miércoles su habitual socarronería perdonavidas por una mano izquierda sin precedentes en su dilatada carrera es una prueba más de que en España se ha abierto un nuevo tiempo marcado por la incertidumbre. El parlamentario correoso acostumbrado a vencer de aburrimiento y a gobernar por decreto, el presidente peor valorado de la democracia y al que todos los partidos han acusado de obstaculizar la regeneración, pidió la confianza de los grupos transmutado en un adalid del diálogo.

Este cambio de actitud fue tan destacado que desconcertó y alegró en el PP, divirtió a Podemos e irritó a los socialistas, rehenes de la abstención imperativa decidida por su Comité Federal. Rajoy sabe que será investido el sábado, tiene la sartén por el mango, y pudo haberse mostrado displicente e irónico. Por contra, apostó por el guante blanco en una cómoda intervención en solitario.

Mensaje al PSOE

El presidente en funciones subrayó su voluntad de "negociar todas las decisiones" sin que "nadie -osea, el PSOE- tenga que renunciar a sus principios" y justificó su negativa a anunciar su programa de gobierno -como prevé el artículo 99 de la Constitución- en que "cada día tendremos que construir una mayoría".

"Acordar", "negociar", y "no imponer peajes incómodos" es el recetario al que recurrirá Rajoy -según dijo- para "evitar una legislatura estéril". Con esta predisposición, animó al resto de grupos a "saber interpretar" la situación política y a hacer cesiones para consensuar una nueva financiación autonómica.

Cataluña y la UE

El presidente no hizo mención a la reforma de la Constitución, pero sí se refirió al desafío independentista como al "reto más grave" y subrayó que "el bien común requiere cumplir con los requisitos de la UE", de lo que cabe deducir que impedir la secesión y no sobrepasar el techo de déficit son sus líneas rojas

El contrapunto a la euforia que vivió la bancada del PP lo escenificó un PSOE roto, en el que Pedro Sánchez hizo lo posible por acaparar protagonismo: vestido de manera informal, mantuvo el suspense sobre si el sábado acatará la disciplina de grupo y se abstendrá para convertir a Rajoy en presidente o si votará desobedeciendo al Comité Federal.

Habrá que aguardar al debate para comprobar hasta qué punto la disposición al diálogo de Rajoy es una muestra de respeto al PSOE o una actuación de cara a la galería. Y aún habrá que esperar más para comprobar si su nuevo mandato es el mejor de los tiempos o es el peor de los tiempos: una "oportunidad" para aprobar reformas -como mantiene Rajoy- o la prolongación de una agonía colectiva tras un año de bloqueo.