Sabíamos que el presidente Zelenski era un héroe. Ahora sabemos que también es un santo.
Porque hacía falta santidad para soportar lo que tuvo que soportar, la semana pasada, en el despacho de Donald Trump.
Tenemos una idea de la escena a través del relato que dio el muy serio Financial Times. Un presidente estadounidense fuera de sí, vociferando, al borde del insulto y despachando los mapas que Zelenski le traía.
Para parodiar la famosa frase del verdugo a Lavoisier, que pedía quince días de prórroga para terminar un experimento: "Me importa un bledo tu Donbás y al pueblo estadounidense no le interesa la geografía".
O bien, sí, se puede hacer geografía. De hecho, se hizo esa noche, en el "mejor Despacho Oval jamás visto". Pero de una manera nuevamente hiriente.
Cuando el presidente estadounidense, esta vez delante de los periodistas, interpeló a su homólogo para saber qué pensaba del fabuloso proyecto de túnel que conectaría Siberia con Alaska, que estaba tramando con Putin y que uniría para la eternidad la "gran América" y la "magnífica Rusia", Zelenski no parpadeó.
Donald Trump este viernes en la Casa Blanca durante su encuentro con Zelenski.
Zelenski encontró la fuerza para sonreír. Zelenski, como el héroe según Camus que no es más que "el santo del siglo", o como el santo según Bergson que no es otro que un héroe que "la gracia ha tocado", tuvo la gracia de responder (burlándose, con ingenio, del léxico de Trump): "No estoy contento con eso" (I’m not happy about this).
La verdad es que Europa, incluida Ucrania, pierde el tiempo con Trump. ¿Tropismo ruso? ¿Kompromat? ¿Fascinación por el hombre Putin del que no ha dejado de decir, desde hace diez años, que es un great leader, una terrific person, que merece un triple A, etcétera?
Poco importa la razón. El hecho está ahí. Y hay que resignarse a ello como nos resignamos, después de meses de vanas esperanzas, a la idea de que era inútil pasar horas al teléfono con Putin para intentar doblegarlo.
Trump piensa, contra toda razón, que la economía rusa es "floreciente".
Trump dice, como cualquier propagandista del Kremlin, que esta guerra no es una guerra, sino una "operación especial".
Trump se niega, como todos los partidarios de Rusia, a admitir que en esta guerra hay un agresor y un agredido.
Trump, que sigue pasando horas (el jueves 16 de octubre, dos horas y media) discutiendo con el exkagebista, es capaz de decir, sin ahogarse de vergüenza, que este último está "listo para la paz" y que si no obtiene "su" paz, "destruirá" Ucrania.
Y Trump, finalmente, ha apagado las esperanzas de los ucranianos al comunicarles que no les entregará los misiles Tomahawk que permitirían el reequilibrio de las fuerzas, sin el cual nunca hay, en ninguna parte, una paz justa.
La cosa es terrible de admitir, e incluso de formular, para un amigo de los Estados Unidos. Pero la realidad es, una vez más, esa: Ucrania ya no tiene nada que esperar de los Estados Unidos, nada, y el mejor servicio que Trump puede prestar hoy a Zelenski es desinteresarse de él y, como a veces ha dicho, pasar el relevo a Europa.
¿Está Europa a la altura del desafío? Ciertamente no si seguimos comportándonos como niños que esperan y temen los fruncimientos de cejas, las onomatopeyas, las exasperaciones del rey Trump.
El presidente estadounidense, Trump, se reúne con el secretario general de la OTAN, Rutte, en Washington.
Pero probablemente sí si, con el Reino Unido, Canadá y otros, consentimos en recordar:
1. Que Ucrania ya garantiza, por sí sola, el 50% de sus necesidades en armamento.
2. Que el 50% restante se reparte casi por igual entre ella, Europa y los Estados Unidos.
Y 3. Que los activos rusos congelados en los bancos europeos representan, por sí solos, de tres a cuatro años de ayuda militar estadounidense y que confiscarlos, lejos de "desacreditar" nuestra firma, nos honraría y nos alinearía, de paso, con la exigencia de "reparación" que está en el corazón del Derecho internacional.
Todo, naturalmente, no se reduce a datos contables. Y nada, por ejemplo, puede reemplazar realmente, por el momento, los sistemas de defensa antimisiles Patriot que producen los Estados Unidos.
Pero empecemos por abrir los ojos.
Preguntémonos por qué el país más vasto del mundo desplegaría tantos esfuerzos criminales, si no tuviera miras más lejanas, para aumentar unos pocos kilómetros cuadrados en el minúsculo Donbás.
Y admitamos, de una vez por todas, que esta guerra es nuestra guerra y que son nuestras seguridades nacionales, nuestras soberanías y, al fin y al cabo, el destino del mundo libre lo que se está jugando en ella.
Entonces, una nueva coalición de voluntarios verá la luz. No para reasegurar un alto el fuego concluido en las condiciones de Rusia.
Sino para asegurar a nuestros hermanos de alma ucranianos que hemos entendido la apuesta, que estamos a su lado y que estamos listos, desde hoy, para hacer nuestra parte en un esfuerzo de guerra que nos concierne a todos.
Looking for Europe. Búsqueda desesperada de defensa europea. Es la hora.
