De manera totalmente no irónica felicito al Gobierno de este país. No por su gestión del apagón, claro. Sino por prohibir que se pueda inscribir de manera directa a los niños nacidos por gestación subrogada. 

Es decir, por afirmar que comprar niños no es una manera legal de tenerlos.

Qué cosas hay que dejar ahora por escrito. 

“No compres, adopta”, gritan cuando se trata de los animales. Un eslogan simple, directo y comprensible. De una intuición moral básica (que suelen ser las más fiables). 

Pero luego, para proteger a los niños, hay que desarrollar unas intrincadas teorías sobre el interés superior del menor y unos discursos en los que hay mucho de sentimentalismo y poco de verdad. 

La intelectualización de las reglas básicas de la vida es el camino de la perdición. Es esa ruta que nos lleva a preguntarnos con cara de agobio "¿pero es que nadie va a pensar en los niños?". 

Como si la responsabilidad de hacerse esa pregunta no debieran habérsela hecho todos aquellos que aseguran que uno puede ponerle un precio a la barbaridad que supone convertir a las mujeres en incubadoras y a los niños en un pedido de delivery.

Portada del libro 'Broken Bonds: Surrogate Mothers Speak Out'.

Merece la pena leer a la enfermera y activista Jennifer Lahl en su libro Broken Bonds: Surrogate Mothers Speak Out. En él, Lahl explica que la gestación subrogada vende una imagen de ‘familia moderna’ ideal, pero que ese espejismo “está fundado sobre la destrucción de la primera familia del niño”.

Hay que hacer todo lo posible para reventar ese espejismo. Hay que dinamitarlo. Hay que hacerlo saltar por los aires pieza a pieza. Y celebro todo lo que nos acerque a eso.

Así que celebro esta decisión del Gobierno.

También es cierto que lo que hace el Gobierno es seguir las decisiones del Tribunal Supremo, que ha rechazado reconocer la validez de los contratos de subrogación realizados en el extranjero.

Irte fuera a comprar los niños que no te dejan comprar en España no debería estar permitido.

De nuevo, qué cosas hay que dejar por escrito hoy en día. 

Puestos a discutir sobre el interés superior del menor, es una joya este párrafo de la sentencia de diciembre de 2024 del Tribunal Supremo:

“La concreción de lo que en cada caso constituye el interés del menor no debe hacerse conforme a los intereses y criterios de los padres de intención de la gestación subrogada, ni la protección del interés superior del menor puede fundarse en la existencia de un contrato de gestación por sustitución y en la filiación a favor de los padres intencionales que prevé la legislación extranjera, sino que habrá de partir, de ser ciertos tales datos, de la ruptura de todo vínculo de los menores con la mujer que los gestó y alumbró, la existencia de una filiación biológica paterna y de un núcleo familiar en que estén integrados los menores”. 

Resulta que, sometido a cuidadoso examen, lo de que el interés del menor, que algunos dicen abanderar, coincida normalmente con los intereses de las agencias que se lucran o con los deseos de quienes creen que ser padre es un derecho es, cuanto menos, sospechoso. 

Por no hablar de que ningún contrato en el que haya dinero o compensación de por medio puede asegurar un consentimiento libre. 

Por no hablar de esos procesos hormonales que tratan a las mujeres como cerdos que hay que engordar antes de la matanza. 

Por no hablar de las consecuencias irreparables que tiene privar a un recién nacido  del único olor, la única voz y el único cuerpo que ha conocido durante nueve meses. 

Por no hablar del daño moral que supone para toda una sociedad permitir que la vida humana pueda ser mercantilizada. 

Así que hay que seguir dinamitando el espejismo de la subrogada.

¿Es feminista la gestación subrogada?

Y lo siguiente debe ser el anonimato.

Nada se dice en el comunicado del Gobierno sobre esta cuestión, pero hay que abordarla. La decisión del Gobierno cierra la puerta al registro directo, pero quienes recurran a la subrogada podrían formalizar la inscripción mediante los procedimientos habituales en este país: acreditar el vínculo biológico o la adopción. Si esas vías siguen existiendo para regularizar a los menores nacidos por vientres de alquiler,  hay que evitar que la madre biológica sea vetada en el Registro Civil.

Se debe garantizar que queda impreso en papel oficial el nombre y el apellido de aquella mujer que trajo a ese niño al mundo. 

Sugiero al Gobierno que, puestos a encontrar inspiración en las sentencias del Tribunal Supremo, tome como referencia la de 27 de marzo de 2025, en la que rechaza la demanda de un español que recurrió a la gestación subrogada y que quería que se reconociera que la mujer que dio a luz no era la madre.

Que se eliminara su apellido del nombre de las niñas y se sustituyera por el segundo apellido paterno.

El Supremo no cedió y la verdad biológica, base de la filiación, prevaleció con un pronunciamiento tan sencillo y radical como este:

“El interés del menor no puede confundirse con el interés del padre comitente”.

Es el anonimato que condena a las sombras a quien donó los óvulos y a quien gestó al niño comprado lo que permite sostener el artificio de que la maternidad es un negocio mercantil. Es el anonimato lo que permite que los compradores se sientan legitimados para decir que ellos son la verdadera familia de ese niño nacido por encargo

Es el anonimato lo que desprotege a las mujeres, las convierte en meras incubadoras humanas, niega su papel esencial e insustituible y, al final, las abandona para que lidien solas con las consecuencias de unos pospartos de pesadilla.

Es el anonimato lo que permite que se le cuente a los menores una mentira: tu identidad y tu vida pueden ser compradas. Tu dignidad vale lo que alguien esté dispuesto a pagar por ella.

Hay que negarse a mantener esa falsedad y afirmar el derecho de los menores a conocer de quién proceden, porque nadie puede ser privado de saber quién es y porque los deseos y el dinero no moldean la realidad, no son fuentes de verdad y no pueden alterar la realidad inmutable de la filiación natural.