Voy a ser sincera. Entre mis planes para la semana no estaba ver la serie Su majestad. Sí estaba leer Autocracia S.A.
También, ver The Brutalist.
Y tal vez, si el tiempo y las ganas lo permitían, darme un paseo hasta El Prado para ver la exposición temporal sobre el Greco.
Anna Castillo y Pablo Derqui en una escena de 'Su majestad'.
Pero entre esos planes no figuraba Su majestad, la nueva serie de Borja Cobeaga y Diego San José, recién estrenada en Amazon Prime.
También voy a decir, con toda honestidad, que no estaba entre mis planes porque, por el tono y la forma que dejaba entrever el tráiler, mi intuición apuntaba claramente en dirección contraria.
Es decir, que Su majestad no iba a ser lo mío.
No tanto porque no me fuese a gustar o porque la fuese a aborrecer.
Más bien se trataba de una convicción silenciosa similar a la de cuando uno se mete por acto reflejo en Instagram. Algo de lo que se podría prescindir perfectamente sin grandes pérdidas. Por no decir ninguna.
Entonces… la pregunta de todas las preguntas.
¿Por qué estamos aquí?
Por un mensaje de Cristian Campos, capitán de esta sección. "¿Has visto Su majestad?".
No.
¿La quieres ver y escribir algo sobre el tema?
Estaba lloviendo, el paseo hasta El Prado se me antojaba molesto y la comodidad del sofá en una tarde aún invernal acabó por decantar mi decisión. "Bueno, venga".
Hice una breve búsqueda en Google para ver en qué plataforma estaba disponible cuando mi mirada se quedó enganchada en una reseña de Google. "Es muy penoso…", decía.
La curiosidad me llevó a leer el resto del comentario, que venía a decir que es muy penoso ver reflejados de una manera cómica la injusticia, la corrupción y el despilfarro de nuestros impuestos por parte de una institución que sólo defiende sus intereses.
En resumen, que todo esto era muy lamentable.
Yo me quedé con eso de "ver de una manera cómica la injusticia".
Y se quedó conmigo porque era una perfecta definición, sin pretenderlo, de la sátira. Precisamente el género de Su majestad.
Como decía el periodista Giovanni Mosca, "la sátira es el humor que ha perdido la paciencia". Con el poder, con las instituciones, con la injusticia. Una pérdida de paciencia que encuentra su camino a través de la ironía y la ridiculización.
Su majestad consigue esto. En la serie se reconocen las omisiones y las faltas de algunos momentos de la historia de España y se estiran en dirección de lo absurdo.
Hay líneas de guion que están muy bien tiradas. Como por ejemplo ese comentario tras el fiasco de la entrega de becas en la universidad pública, cuando una estudiante becada aprovecha el discurso de agradecimiento para expresar su desagrado por la monarquía. La princesa Pilar dice entonces: "Que le quiten la beca. Si no le gustan los privilegios, que se pague ella los estudios".
Su Majestad me ha dejado tres lecciones.
1. La primera, que la sátira es el mejor medio para denunciar una injusticia. Pero que, antes de empezar con una denuncia, conviene saber qué es aquello que se quiere denunciar… y hacerlo hasta el final.
Porque en el caso de Su majestad no queda claro qué se está denunciando exactamente.
¿La mera existencia de la monarquía?
¿La corrupción (tanto económica como judicial)?
¿Los privilegios monárquicos?
¿O que el que reine sea un hombre?
2. La segunda, que la línea que separa la sátira de una simple parodia burlona es muy fina y complicada de caminar.
Hay una cita que se suele atribuir a Nabókov: "La sátira es una lección, la parodia es un juego".
La ridiculización es el arma más potente de la sátira. Pero hay que saber cuándo usarla y cuándo darle algo de aire al espectador. Cuándo dejar que baje la guardia y cuándo dar espacio a la ternura.
Y cuándo dejar que empatice, aunque sea un poco, con el sujeto de sus denuncias.
El momento en que el secretario come junto a la princesa las croquetas de su difunta madre es uno de ellos. La conversación con el príncipe Richy (una parodia del príncipe Harry) sobre la libertad de amar a quien se quiera y la imposibilidad de hacerlo desde un palacio real, otro.
3. Y la última. Que a veces, por no decir en la mayoría de los casos, deberíamos confiar más en nuestra intuición y dejarnos llevar por el instinto.
