En estos días no he dejado de preguntarme cuántas Jésicas (y Jésicos) puede haber hoy en nómina de la administración y las empresas públicas españolas recibiendo retribuciones indebidas sin hacer contribución ninguna al esfuerzo del país por salir adelante.
La falta de transparencia y de asunción de códigos éticos a la hora de contratar a dedo a asesores ("personal eventual") y otros puestos creados ad hoc en el ámbito público sigue palpitando como uno de los males más dañinos y enquistados en nuestro país.
Pero también he pensado mucho en la pertinaz cobardía e hipocresía de la izquierda (y la derecha) sobre la cuestión nunca abordada de la prostitución.
José Luis Ábalos, ayer a su salida del Tribunal Supremo, donde declaró como investigado.
Un debate permanentemente intoxicado y manipulado en el que se mezclan cuestiones tan dispares como la trata de personas, la dignidad, la libertad, la elusión fiscal, el crimen organizado y la banalización de las relaciones humanas.
Resulta cuanto menos sospechoso que, en la España del siglo XXI, donde manda desde hace casi ocho años el autodenominado gobierno más progresista y feminista de la historia, nos sigamos encontrando con el blanqueo más escandaloso y puritano de la contratación de servicios de prostitución.
Si acordamos que trata de una profesión respetable, un ejercicio de libertad, pues aflórese, regúlese. Formalícese la titulación universitaria correspondiente y la cobertura laboral y fiscal precisa, y conviértase en un destino laboral recomendable abiertamente para nuestros hijos e hijas.
Si, por el contrario, establecemos que se trata de una afrenta a la dignidad y la autonomía de las personas, que vender sexo es tan inaceptable como vender órganos, que un ser humano no puede comerciar con su cuerpo libremente, entonces procedamos en consecuencia.
Pero medias tintas no. Por favor. Ni eufemismos cursis, ni distorsiones de la realidad.
Y es que Jésica Rodríguez no ha sido nunca novia del exministro y secretario de organización socialista José Luis Abalos. Tampoco su "pareja sentimental", como insisten en denominarla una abrumadora mayoría de medios de comunicación.
Su relación de dos años fue fruto de lo que en el mundo de la prostitución se llama un acuerdo de exclusividad, que implica la renuncia de la prestadora de servicios sexuales y de acompañamiento a cualquier otro cliente, a cambio de una remuneración asegurada que se pacta de antemano y que se entiende compensa el coste de oportunidad, además de un requisito fundamental: ponerle un piso. Un clásico. Lo de la mercería se quedó para las queridas del siglo pasado.
Para quien, como es el caso de Jésica Rodríguez, se dedica de forma completa o parcial a dicha prestación de servicios, debe resultar bastante molesto que se confundan churras con merinas. Y un insulto a los criterios objetivos de contratación comercial que sustentaban esa relación con el ministro Ábalos.
Porque se trataba ni mas ni menos que de un acuerdo entre pares. Aquí cobramos los dos lo mismo. El ministro y la escort, tanto monta. Seis mil euros mensuales mínimo.
Al número dos del PSOE le pareció bien el acuerdo. Pero había que echarle una pizca de creatividad.
Lo primero, para no escatimar, el piso.
Ha contado Jésica que, cuando Ábalos la encontró en noviembre de 2018, ella estudiaba la carrera de Odontología y vivía en un apartamento junto a unas amigas, lo cual era muy incómodo porque se veían todas las semanas y no podían ir a su casa.
El ministro le dijo que ya tenía edad de vivir sola, y que se cogiera un piso a su gusto.
Y eso hizo Jésica: le gustó uno de lujo en la Plaza de España de Madrid, cerca de Ferraz y también de la universidad en la que estudiaba.
El alquiler, 2.700 euros al mes, no era un problema: ya lo pagaban otros.
Luego, un pacto de 1.500 por día de acompañamiento integral. Con unos cuantos viajecitos todo cuadraría. Treinta y tres en siete meses.
Pero Ábalos se fue volviendo rácano, y Jésica se quejó de incumplimiento de contrato.
Ahí vino el pase de pecho del hijo del Carbonerito. Un complemento salarial propiciado por el superministro. Del Ineco, dependiente del Ministerio de Transportes.
Una entrevistilla y p'adentro. "Auxiliar administrativa" a las órdenes del hermano de Koldo, que nunca la llamó para ir a trabajar.
El presidente de Tragsa, Jesús Casas Grande, junto a Adriana Lastra en un acto organizado por el PSOE de Asturias en 2009.
Durante dos años recibió puntualmente la nómina de 1.600 eurillos al mes para redondear las cuentas. Al finalizar este contrato, vendrían otros seis meses de salario mínimo en Tragsatec, otra empresa pública.
Así, mal que bien, fue transcurriendo el acuerdo de exclusividad desde finales de 2018 a finales de 2020, si bien Jésica siguió cobrando sin ir a trabajar y disfrutando del pisazo sin coste hasta marzo de 2022.
Porque, para entonces, José Luis 'sugar daddy' Ábalos ya tenía otro acuerdo de exclusividad con Andrea, con la que fue repitiendo el patrón punto por punto. Pero esa es otra historia que tendrá que ser contada en otro lugar.
En esa primavera de 2022, Jésica se compró un piso en la zona de Cuzco. Terminó sus estudios universitarios en la Complutense y pasó página.
Hay quien dice que ahora ha dado el paso y dirige su propia empresa de servicios de escort, con jugoso porcentaje. Experiencia no le falta, y arrojo tampoco.
De ahí que resultara extraño verla esta semana entrando a declarar tan torpemente disfrazada (bueno, tampoco tanto, estamos en carnaval).
Lo que no me sorprendió fue que conmoviera al juez convenciéndolo de su derrumbamiento anímico para poder salir por otra puerta. Tremenda Jésica, con tilde y una sola 's', ojo, que mira que cuesta escribirlo bien.
