Viajar al norte de España implica la experiencia de bajar la ventanilla del coche y aspirar profundamente el olor a vaca para poder decir con satisfacción: "Ya estamos aquí".

Si el hedor bovino no ha penetrado hasta tu cerebelo, ¿estás verdaderamente en el norte? 

Gracias a Dios, nuestros políticos han sabido ver por fin que semejante experiencia casi religiosa, esa elevación místico rural, debe ser protegida a toda costa.

Si al PP de Asturias le hacen caso en su reciente proposición de ley, desde ahora no sólo tendrás el placer, sino el derecho y el deber de abrir tus fosas nasales al máximo para inspirar lo que han tenido a bien llamar "Patrimonio Sensorial Rural Asturiano". 

"La vaca muge y hace sus necesidades donde el cuerpo se lo pide, los caballos relinchan, los perros ladran, y lo hacen cuando lo tienen a bien, sin pautas preestablecidas que puedan ser controladas por el hombre", reza el documento.

Es como uno de estos cuentos infantiles con los que los niños de ciudad aprenden que la vaca hace "muu" y los pájaros "pío, pío". 

Hay que reconocerle al texto una poética que no suele abundar mucho en los documentos burocratizados de los políticos. Alguien en el equipo del PP astur lleva en su interior un Lorca enamorado de la vida rural y nos ha dejado párrafos como el siguiente:

"Los turistas quieren el campo, pero sin las servidumbres del campo. Quieren contemplar el idílico espectáculo de ver a las vacas pastando en los verdes prados, pero se quejan de sus mugidos y de los olores de sus excrementos; quieren comer huevos frescos, pero les molesta el canto del gallo de madrugada y el cacareo de las gallinas; quieren degustar productos de la huerta, pero se quejan al paso de la maquinaria agrícola con la que se trabaja la tierra, en fin, quieren vivir en la naturaleza, pero en una naturaleza muerta, insonorizada e inodora". 

No estamos ante una simple reivindicación del abono natural, del canto del gallo al amanecer, del balido de la oveja de fondo.

Estamos ante el enfrentamiento del mundo rural con el urbano, ante la invasión del "neorurral" que transforma los caseríos en casas rurales.

Lligüeria, en Asturias.

Aquí hay una batalla cultural de fondo de la que no estamos siendo conscientes. Simplemente maravilloso. Ojalá todas las proposiciones de ley fueran así. 

Lo mejor de la proposición es que recoge un inventario de sonidos y olores que formarían parte de ese Patrimonio Sensorial Rural Asturiano: la fragancia a estiércol, el maullido del gato, el mugido de la vaca y sus ventosidades…

Delicioso. 

Quiero que se apruebe ya y empiece a rodar la maquinaria de obligaciones que derivan de proteger algo

Si el olor a campo debe ser amparado, ¿a quién le corresponde custodiarlo? Además de estar bregando con los animales todo el día, es ahora obligación de Fulano de turno no sólo pasar la ITV del tractor y los controles sanitarios exigidos, sino también asegurarse de que sus campos mantienen los adecuados niveles de tufo rural

Una vez al año, un inspector designado como Técnico de Comprobación de la Preservación del Patrimonio Sensorial Rural aparcará su coche en la puerta de Fulano, plantará bien los pies e inhalará con fuerza.

"Sí, esencia de campo", apuntará en su Excel. 

Y si no, sanción. Si me apuras, deberían perder la licencia para tener animales. No debe cuidar del ganado quien no sea capaz de cuidar su hedor. Es duro, pero es así, no todo el mundo está preparado para hacerse cargo de un ser vivo con todas las exigencias que requiere. 

Y al turista de turno que maldiga los muertos del gallo que le ha despertado a las 4:30 de la mañana, sanción también. 

–Señoría, yo sólo llamé cabrón al animal, me di la vuelta y me volví a dormir.

–Lo siento, ha atentado usted contra el Patrimonio Sensorial Rural del Principado de Asturias. 

Espero, por supuesto, que quede por escrito cuál es el nivel de concentración de estiercol de oveja, vaca, cerdo y demás bestias rurales que conforma l'eau campestre propio del patrimonio asturiano. Ni una boñiga más de uno que de otro. 

Y, claro está, es una medida que impulsará la generación de empleo, puesto que en algún momento habrá que crear un Observatorio de Armonización del Patrimonio Sensorial Rural Asturiano y las Directivas Europeas.

Tendremos a sueldo a un comité de expertos que determine qué porcentaje de estiercol de la vaca es el adecuado para preservar la herencia rural ganadera, pero sin violar las directrices sobre cómo gestionar el metano contaminante proveniente de los gases bovinos.  

He ahí un nuevo nicho al que dirigir los fondos Next Generation. Ahora que lo woke ha muerto, igual nos estábamos quedando sin ideas. Las disparidades de criterios son previsibles, pero siempre podemos llevar a Yolanda Díaz de mediadora, a quien se le da bien limar asperezas "con mucho amor". 

¡Ay, España! Ese país en que sus políticos luchan por regular hasta el olor a vaca.

Ya lo dice la sabiduría popular. "Manos ociosas, taller del diablo".