Benito Antonio Martínez Ocasio sabe lo que hace. Al menos, en lo que respecta a confiar en su instinto musical. Porque en el momento de escribir estas líneas, seis canciones de su último álbum, DeBí TiRAR MáS FOToS, todas en español, todas con un claro sabor caribeño, todas grabadas en Puerto Rico, están en el top 10 de canciones más escuchadas a nivel global en Spotify.

No sólo en Puerto Rico, no solo en Colombia o en Argentina o en España. Es lo más escuchado a nivel mundial.

Su olfato musical es enorme por una sencilla razón: porque Bad Bunny hace lo que le da la gana y tiene éxito con ello.

Mezcla los géneros que quiere como quiere. Crea canciones que en principio no encajan en la corriente mainstream de la industria musical anglosajona. Hace temas que se alimentan de ritmos tradicionales puertorriqueños, que beben de y muestran una cultura local muy particular. Y consigue, aun con sus peculiaridades, aun con sus rasgos específicos, que se conviertan en algo universal.

Esta es la esencia de la música. Crear una casa común en la que hermanar a personas de distintas naciones, de distintas culturas y lenguas, de distintas procedencias a través de un sentir común.

Bad Bunny.

Sin embargo, lo que ha conseguido Benito con este álbum y con temas concretos como NUEVAYoL, BAILE INoLVIDABLE, CAFé CON RON y DtMF no es sólo hermanar a culturas.

Ha logrado algo más extraordinario aún: tender puentes entre generaciones.

Ha unido a padres e hijos en torno a la música urbana, a abuelos y nietos en torno a ritmos puertorriqueños. Salsa, plena, bolero mezclados con pop latino, música urbana, con perreo de la vieja escuela.

Es conmovedor ver a madres y abuelos emocionándose al escuchar los inicios de NUEVAYoL. "Esto es de los años 65, qué belleza, qué melodía", dice un señor que baila el mítico inicio de Un verano en Nueva York.

Y, de repente, sin previo aviso, sin esperarlo, la fusión con otro ritmo. Más metálico, más moderno. La sorpresa visible en sus rostros que, con los segundos, va mudando y dando paso al asombro. Y luego a la admiración.

El reconocimiento de los mayores, la fascinación de los jóvenes. La presencia de la nostalgia a la vez que de la curiosidad. El aprecio de quienes conocían y de quienes, poco a poco, empiezan a conocer. Como canta en BAILE INoLVIDABLE, "No, no te puedo olvidar / No, no te puedo borrar / Tú me enseñaste a querer / Me enseñaste a bailar".

Benito ha conseguido hermanar estilos musicales, pero también unir generaciones. Articular preocupaciones. Expresar sentimientos. Tocar corazones.

Con DtMF, por ejemplo, ha sabido apresar, encapsular y devolver dos emociones predominantes de nuestro tiempo: la nostalgia y también el remordimiento. De no capturar lo suficiente, de no sentir lo suficiente, de no vivir lo suficiente. De no apreciar lo suficiente.

Crecemos, cambiamos de personalidad, nos mudamos de lugar. Perseguimos anhelos, cumplimos sueños. Y, en medio de todo este proceso, al encontrarnos con cosas que relucen, con posibilidades que deslumbran, nos empezamos a olvidar de dónde venimos. De quiénes somos. De qué nos configura.

Empezamos a perder el contacto con aquello y aquellos que nos dieron forma. Que nos acunaron. Que nos entregaron una herencia de significados. Con DeBí TiRAR MáS FOToS, Benito nos convoca a conocer y reconocer nuestras raíces. A edificar sobre ellas.

El arte, al final, acaba siendo siempre esto. Una exploración, una indagación, una caza de fantasmas con un único objetivo: encontrar el camino de vuelta a casa.