Todo el mundo a estas alturas ya sabe lo que significa el término sostenibilidad. Se nos ha colado por todas las ventanas; nos habla del futuro, del medio ambiente, del desarrollo. Este concepto tiene que ver mucho con el equilibrio, situación que se logra cuando las partes se igualan en la balanza.

Y así, gracias al equilibrio, relacionamos sostenibilidad con igualdad, esa condición de todos los españoles reconocida en la Constitución en su artículo 14, independientemente del lugar donde vivan.

Yo vivo en Paredes de Nava, un pueblo de la Tierra de Campos y allí soy alcalde. Un lugar sometido durante décadas a una condición de desigualad que ha generado que su sostenibilidad se pueda llegar a desequilibrar.

La despoblación es un asunto cuya gravedad creciente exige una reflexión constitucional. En otros problemas de ámbito territorial, como puede ser el independentismo, basado en la desigualdad, vemos que la Constitución sí contempla la posibilidad de sus derivaciones y su resolución. Sin embargo, con la despoblación, solo nos queda encomendarnos al artículo 14.

Obviamente, no figura en la Carta Magna un reparto competencial. ¿Estatal, autonómico o local? ¿A qué ministerio, a qué consejería, a qué concejalía?

Tampoco está muy clara la voluntad nacional de cómo afrontar esto del reto demográfico. Así que desde los pueblos nos queda el camino de la sostenibilidad. Intentar resolver el desequilibrio poblacional sobrevenido entra de lleno en muchos de los 17 ODS.

Hasta el momento, la despoblación ha sido un instrumento de la oposición para evaluar el desastre de quien gobierne intentando o no resolver esta papeleta. Yo he escuchado decir a gobernantes que eso no es una competencia suya, que cada uno vive donde quiere y frente a eso de las voluntades poco hay que hacer. Ahora se lleva más la excusa de la ínfima natalidad nacional como responsable de este desequilibrio.

Se olvidan, por ejemplo, de la oportunidad que hemos perdido con los refugiados ucranianos. Qué bien se podía haber organizado su atención en el medio rural. Se lo cuento porque fuimos de los primeros pueblos en traer refugiados, por aquí han pasado cerca de 200 que han ido a otras localidades cercanas y todavía no hemos recibido un euro de ayuda oficial. Esto lo dejamos para otro día que tiene enjundia.

Una vez colocado el asunto, me voy a centrar en la que creo debe ser la intervención inmediata y donde se puede trabajar de forma directa en colaboración entre las administraciones local, autonómica y nacional. Desde mi experiencia municipal, tengo que reconocer que para que los pueblos sobrevivan, antes han de salvarse las ciudades a ellos vinculadas.

Son muchas las líneas que podríamos trazar pero debido a lo crítico del panorama actual y desde mi posición de alcalde de un pueblo que no alcanza los 2.000 habitantes, la primera medida que debiera tomarse es la de no dejar caer a las ciudades intermedias.

En estos nodos, que se desangran, radica el primer paso para lograr un territorio sostenible. Les voy a poner un ejemplo aparentemente frívolo. En mi capital, Palencia, abrió una de sus primeras tiendas ZARA, allá por 1981.

Tras 40 años en la ciudad, el año pasado la conocida firma cerró. Podemos hablar de muchas razones, como los nuevos hábitos de compra, política comercial y demás , pero el caso es que el último año la provincia ha perdido 1.175 habitantes y queda por debajo de los 158.000, con una pirámide poblacional descompensada.

Esto nos está diciendo que la sostenibilidad de este territorio está en peligro. Existe una clara situación de desequilibrio que conlleva a que la punta de ese iceberg de desigualdad sea el cierre de ZARA.

Y eso repercute automáticamente en una pueblo como el mío situado a quince minutos de la capital. Este año ha sido ZARA, pero seguramente cuando el oncólogo se jubile ya no habrá relevo y, poco a poco, se irá deshaciendo la identidad provincial.

Y entonces, la ciudad intermedia deja de serlo y el problema ya es irresoluble. Todavía se está a tiempo. Cualquier medida que se plantee en el medio rural debe tener resuelto antes el problema de la capital vinculada.

Estas ciudades son actualmente el elemento fundamental para la vertebración del territorio. Se trata de la unidad prioritaria para combatir la despoblación y donde se pueden aplicar medidas realmente efectivas. No voy a entrar en la guerra de la descentralización de dotaciones públicas o ministeriales. Se pueden incentivar otro tipo de medidas que sujeten y reviertan el paso.

Fíjense, solo un ejemplo, que son muchas las posibles líneas de intervención. Palencia fue la primera Universidad de España y hoy cuenta con centros universitarios prestigiosos en materias agrarias y forestales. Escuelas cargadas de docentes doctorados deseosos de estudiantes extranjeros.

¿Por qué no mirar hacia países cuyo desarrollo puede depender de las materias en que se ha especializado este campus? Duplicar el número de alumnos en esta pequeña ciudad supondría inyectar 2.000 jóvenes que dinamizarían la economía provincial. Esa presencia universitaria estimularía a quedarse a vivir aquí a los autóctonos que huyen con veintipocos años y su título universitario en busca de ciudades con ZARA.

¿Quién debe iniciar esa campaña urgente de captación de alumnos? Esa competencia no viene en la Constitución, así que nos agarraremos a lo de la sostenibilidad. Es necesario un análisis de cada una de las ciudades intermedias y la definición de estrategias prioritarias que paren a raya la caída que se ha iniciado.

Deberá dibujarse un programa de actuación dirigido desde arriba, pero consensuado con todos. Esto urge, el desequilibrio cada día es mayor y los pueblos pequeños están cerca del abismo. Estamos hablando de intervenciones rápidas y eficaces que generen la suficiente actividad inmediata para revertir la tendencia.

De no ser así, el hospital de esa localidad continuará perdiendo especialistas y el número de trenes seguirá disminuyendo. Solo combatiendo la despoblación lograremos el desarrollo sostenible del territorio, que se lo expliquen los de ZARA.

*** Luis Calderón Nágera es alcalde de Paredes de Nava (Palencia) y presidente de la Asociación de Municipios SIEMBRA.