¿Cuándo se jodió nuestro Perú, Zavalita? El día en que la Memoria Histórica dejó de abrazar a las víctimas y comenzó a alumbrar nuevos verdugos. Por fortuna, verdugos de guiñol. Con las mismas lecturas o menos que los de entonces, pero desarmados.

¿Y eso qué narices significa, Zavalita? Que la Memoria Histórica no busca dar digna sepultura a los muertos de las cunetas, sino inyectar odio en la sociedad con fines electorales. Es algo que venía ocurriendo desde hace una década, pero durante esta campaña ha alcanzado su máxima expresión.

-Dame una prueba, Zavalita, que ya estás con las tonterías de siempre. 

-¿Sabes quién es Fernando Martínez?

-No, ¿quién es ese? 

-¿Y a Adriana Lastra la conoces?

-Sí, sí. Tengo algunas de sus frases apuntadas en un cuaderno. Estoy preparando su wikiquote. Entonó, en 2021, el “no pasarán” y un día, en un escenario, comenzó a gritar: “¡Fascistas! ¡Fascistas!”.

-Doy por hecho que habrás anotado cosas de Pablo Iglesias y de Santiago Abascal

-De Iglesias hace tiempo que no anoto porque siempre dice lo mismo. De Abascal me quedo con que prefiere la dictadura de Franco al Gobierno de Pedro Sánchez. Pero, Zavalita, me estás llevando a donde quieres, a tu puñetera equidistancia. Además, ¿quién es ese Fernando Martínez?

Fernando Martínez llegó al Gobierno del PSOE para articular un plan de detección de fosas, un banco de ADN y todas esas iniciativas que, verdaderamente, repararían la memoria de las víctimas. Sánchez lo ha encerrado en un cuarto. Porque esa no es la “memoria” que importa.

Pongamos el foco en el PSOE, que nos ha regalado el motivo de esta columna. No me seas derechón, Zavalita, ¿y por qué no hablas de PP y de Vox? No merece la pena jugar esa batalla, la de explicar la diferencia entre equidistancia y ecuanimidad. Si no despiertan a los cencerros Andrés Trapiello con sus libros y Carlos Alsina con sus monólogos, ¿qué va a hacer este gacetillero?

A lo que íbamos. Conviene estar despiertos. La actualidad regala flashes que no debemos desaprovechar. Son chorros de luz blanca que, de pronto, desnudan al populismo y lo colocan a la vista de todo el mundo, como el cuerpo en el quirófano a los ojos del cirujano.

Los socialistas tacharon a Trapiello de “revisionista”. ¿Por qué? No lo saben. Pero eso es la punta del iceberg. En campaña, escuché a varios de sus candidatos asociar a Isabel Díaz Ayuso con el golpe de 1936. ¡Pero si Ayuso no tiene ni repajolera idea de los detalles de entonces! Y lo que es más grave: ¡sus acusadores tampoco!

"Fascismo", "comunismo", "estalinismo", "falangismo", "leninismo"... Todas esas palabras han perdido su significado, ¡el más grave y verdadero!, porque quienes las utilizan no saben nada. No han leído nada.

Resucitar una guerra civil con fines electorales es de una vileza ensordecedora. La falta de escrúpulos, seguro, se debe a la lejanía de los testimonios. Existe un ejercicio que podría salvarles: investigar las vicisitudes de sus abuelos o bisabuelos entre 1936 y 1939. Nadie consigue salir indemne de ese viaje. La ignorancia de una guerra siempre conduce a otra guerra.

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