El más misterioso de los artistas británicos ha conseguido, al subastar su dibujo Game Changer, alrededor de 20 millones de euros que se han donado a la sanidad publica de su país. Qué gran ejemplo para todos.

Otro artista, mucho menos callejero, pero igualmente poderoso e influyente, Miguel Bosé, acaba de deslucir un poco más su nombre y su legado repitiendo bobadas sobre la pandemia frente a Jordi Évole, que le ha proporcionado un altavoz de muchos decibelios.

El aportado por el periodista y el cantante no es un ejemplo similar al de Banksy, sino más bien su opuesto.

La subasta de marzo en Christie’s alcanzó el precio más elevado que se haya pagado jamás por una obra del genio de Bristol. Que Robin Gunningham, si es que es realmente Banksy, haya decidido donar un cuadro que logra semejante cifra es del todo notable.

Que lo haya hecho para auxiliar a la sanidad pública resulta sublime y algo sobre lo que deberían reflexionar los políticos europeos.

Porque Europa está fracasando en su gestión de la pandemia. No vio venir el tsunami en forma de epidemia que se inició en Wuhan. Después, cuando ya en vez de protegerse sólo se podía afrontar, las respuestas desiguales de los gobiernos sólo sirvieron para incrementar la confusión ciudadana.

El desastre sanitario, en forma de número de muertes, todavía resulta demoledor. Su verdadero peso psicológico en los ciudadanos, y su impacto en el futuro próximo, aún está por definirse en su medida más justa.

Ya afirmó Claudio Magris, el gran intelectual italiano, que la pandemia “cambiará el mundo más que la Segunda Guerra Mundial”.

Europa, es cierto, se transformó radicalmente tras esa gran guerra. Ahora, ocho décadas después, afrontamos el nacimiento potencial de un nuevo orden mundial en el que destaca China y en el que aumenta el escepticismo con respecto al papel que desempeñará la vieja, empobrecida y dividida Europa.

De momento, seguimos fallando en la parte burocrática de la gestión contra la infección por coronavirus, la que tiene que ver con el proceso de vacunación. Faltan dosis y también medios.

Y, por ello, se avanza con una lentitud irritante, justo cuando al otro lado del Atlántico, en Estados Unidos, ya se pueden vacunar todos los mayores de edad que lo deseen.

Pero en poco tiempo, si el Gobierno consigue aprobar el plan, y Bruselas se convence, España comenzará a recibir los primeros 50.000 millones de fondos europeos previstos hasta 2023. Se materializará, entonces, lo que ha llamado Pedro Sánchez la “mayor oportunidad para el país desde la entrada en la Unión Europea”.

Ese Plan de Recuperación plantea que prevalezca la inversión en la automoción eléctrica por encima de cualquier otra actividad, incluida la sanitaria.

Los 140.000 millones que en total recibirá España en seis años, si se administran bien, pueden efectivamente ser clave para transformar el país.

Eso sólo ocurrirá correctamente si defiende la idea del artista urbano más popular del mundo, que dibuja a un niño que prefiere jugar a los superhéroes con un muñeco que es una enfermera antes que hacerlo con Batman o Spider-man.

Los fondos que harán evolucionar a nuestro país deberán secundar y proteger al sector más necesario y que más ha sufrido la pandemia: el sanitario.

Acabamos de ver todos este mismo año que esa es, y no otra, la actividad primordial. No todo el mundo lo sabe, no todo el mundo lo quiere ver. Pero eso es, precisamente, lo que cuenta el niño del peto vaquero de Banksy. Nos importan los sanitarios.