Lo que no le perdonan a Madrid es que haya prosperado por ir (¡bernhardianamente!) en la dirección opuesta a ellos. Madrid los refuta porque ha hecho lo contrario de lo que han hecho ellos, y en consecuencia no solo es una ciudad próspera sino la única vivible de España. La única libre del atufamiento de ellos.

Si no existiera Madrid (y a ello van) no habría punto de comparación para sus desmanes. La plasta que han impuesto en sus sitios podría pasar por necesaria e inevitable. Madrid les prueba que no: que no es solo innecesaria y evitable, sino que sin su plasta se vive en la gloria. Es decir, que vivir sin su plasta es exactamente la felicidad.

Madrid es tal vez lo último que queda en España que es de todos. Ella sola encarna el ideal del entendimiento, del pluralismo, de la convivencia, de la libertad. Es decir, ella sola desmiente a los nacionalistas, a los pringosos, a los pesados, ¡a los paletos!

Dice Trapiello en su estupendo Madrid: “Alguien quería saber el nombre que les dan algunos aborígenes a los que han ido a trabajar a Cataluña o al País Vasco desde otras regiones españolas: 'charnegos', 'maquetos'... ¿Y en Madrid a los que aquí nos hemos aclimatado? 'Madrileños', desde el primer día”.

¿Y el "paleto" entonces? Su uso en realidad es pedagógico. Se le dice en plan cachondeístico al que se mantiene encerrado en sus inercias locales, para que espabile. Su propósito no es intimidatorio sino liberador, ¡kantiano! El madrileño está en ti, solo tienes que rascar un poquito. (Por eso muchos, en efecto, hemos sido madrileños desde la primerísima hora.)

Tiene gracia que los que han arruinado Cataluña estén ahora que trinan con Madrid. Azúa, que hoy es madrileño, escribió su “Barcelona es el Titanic” en 1982. Ya lo vio todo entonces. Por aquellos años yo hacía el bachillerato en Málaga. Aún el profesor de Filosofía nos habló de la vida de la Barcelona en la que estudió, la de los setenta. Me pareció una ciudad apetecible. Pero cuando salí del instituto yo ya solo quería irme a Madrid.

Fue en la movida madrileña cuando se derrotó de verdad a Franco: en la movida madrileña y solo en la movida madrileña. Nunca ha pintado Franco menos en España desde 1936 que en los ochenta. Luego ha vuelto a pintar, asfixiantemente, por el auge de esa modalidad del franquismo que es el antifranquismo.

El franquismo antifranquista: así el independentismo, así el podemismo, así el sanchismo. Inflan el fantasma de Franco como escudo para tener las conductas más franquistas que ha habido en España –nacionalismo aparte– desde la muerte de Franco.

Esperando están (¡franquistamente!) la caída de Madrid. Que se pare la movida.