Desde que la ministra Montero (no la folklórica, sino la otra) llegó al ministerio de las chicas, se empeñó en poner de moda determinada terminología y ha terminado consiguiéndolo. Hablo del ministerio de las chicas porque siempre las sacan en su salsa dando saltitos o aplaudiendo a la jefa como si fuera la madre superiora. A lo mejor es que yo soy un poco hombruna (u hombroide), pero estas actitudes me resultan bochornosas o, cuando menos, ridículas. No puedo con ellas. Con las actitudes, quiero decir.

En cuanto al vocabulario que le gusta usar a la ministra Montero (no la folklórica sino la otra) he comprobado que últimamente, aparte de la palabra feminista, que es muy sonora y lo mismo sirve para un roto que para un descosido, se ha impuesto la palabra trans, abreviatura de transexual o transgénero. De hecho, el ministerio de Igualdad ha puesto en el pedestal todas las teorías de lo trans, pero me juego el cuello a que será un elemento más de fricción entre las dos almas del Gobierno. Algunos creen que lo trans lanzará a la pareja Iglesias-Montero del mismo modo que el matrimonio entre personas del mismo sexo lanzó a Zapatero.

Otra expresión que la ministra Montero (no la folklórica, sino la otra) lleva siempre en la punta de la lengua es “extrema derecha”, que no es una palabra sino dos. A juzgar por lo que no dice la ministra aunque forma parte de la verborrea oficial, la Ley Trans se someterá próximamente a consulta, como también se someterá a consulta un ley contra la discriminación de las personas LGTBI.

No es fácil de interpretar la ideología transgénero. Yo misma he estado a punto de sustituir esta columna por una relación de preguntas básicas cuya respuesta considero necesaria para entender la vida. Por ejemplo, diferencia entre sexo y género, entre orientación sexual e identidad sexual, entre género morfológico y fisiológico, o entre sexo y cultura. A lo mejor me lo puede explicar Irene Montero, que es más redicha y además ha reconocido que lo ha probado casi todo.

Lo más importante de la Ley Trans es la autodeterminación del sexo. O la reasignación. Ya sabemos que algunas personas, desde que nacen, se sienten prisioneras en un cuerpo equivocado. Esas personas suelen padecer disforia de género, que es como la euforia, pero al revés: melancolía, tristeza, sensaciones desagradables, etc. Para eso se prepara la Ley Trans, llamada también Ley Veneno, en recuerdo a la transexual que ha dado nombre a la serie.

Estudios antropológicos recientes sostienen que la transexualidad tiene cada vez más impacto entre la infancia y la juventud, realidades que deben ser respetadas para evitar la estigmatización y el acoso.

Quienes no se han sumado a esta causa son buena parte de las feministas del pesoe, que ven con reservas las engorrosas soflamas de Montero. No la folkórica sino la otra.