Un domingo es una cura de sueño. Un amanecernos el lunes con más canas. Un duermevela largo y poco calmado, que lo de los jueces y lo del acercamiento de etarras no se olvida así como así; y más cuando nos acostamos viendo Patria y todo nos toca muy de cerca.

Degollamientos y muertes en la Francia republicana, y los librepensadores con una mascarilla hasta en el hipotálamo para que no alcen la voz ni den más guerra cultural. En dos días no cambia el mundo, pero hay pistas que nos indican que los tiempos difíciles que vivimos irán a más.

Sin ir más lejos, esta semana habrá piterío en el Congreso y el primer acto de campaña de Vox -la moción/performance- en ese Tourmalet que es el Parlamento catalán donde se sentarán, "fuese y no hubo nada".

Vox no nació para regenerar nada, tampoco Podemos. Y explicar esto es duro en esos almuerzos con distancia social y celebración pausada de una vida que ya no es vida.

Al final, la política ha sido incapaz de dar un mera solución al bicho que nos atenaza. No sólo eso, los médicos se han vuelto activistas y la pandemia, si acaso, nos ha enseñado a volver a rezar los latines.

El otoño pasado fue el otoño caliente en Cataluña y este fue, es y será el otoño triste, contradiciendo al poeta y sus abriles lacrimógenos. En vez de tomarse La Bastilla, se tomó el CGPJ en la enésima operación para que las Avenidas de la Constitución de esta España nuestra empiecen a llamarse Bulevar de Bolívar, que es tan significativo como eufónico. Es el futuro y habrá que acostumbrarse a él: el miedo al secuestro civil y al botoncito de estado de alarma, que es su recurso para tenernos callados.

En el fondo, después de la pandemia no saldremos más fuertes, sino que saldremos más Frankenstein y con una ristra de efectos secundarios que podrían ir de la desmemoria a la hidropesía o a consecuencias peores.

La semana avanzará como avanzan las cosas que no tienen mucho sentido. Se nos van acabando las lágrimas y los respiradores. Quizá ya sólo nos quede el hedonismo y lo de las clases virtuales de los niños, cuando lleguen, será una forma de distraerles con ecuaciones y con gramática de este Apocalipsis por lo civil, por lo económico y por lo sanitario.

Lo que vivimos.