Cuentan de Sófocles que, cercana ya su muerte, fue llevado ante los tribunales de Atenas por su hijo Iofonte, que pretendía declararlo incapaz para así poder administrar sus bienes. Cuando el viejo poeta tomó la palabra, comenzó a recitar de memoria un pasaje de su última tragedia como prueba de cordura y buen juicio, gesto que conmovió a los magistrados.

Alguien, algunos, tendrán que ponerse de pie un día igual que Sófocles hace dos mil cuatrocientos años y recordar con meticulosidad de notario los acontecimientos que hoy vivimos, pues podrían resultar inverosímiles. Rafa Latorre es un adelantado a su tiempo con su Habrá que jurar que todo esto ha ocurrido, dedicado al golpe separatista en Cataluña. 

Porque habrá que jurar que el presidente que hoy gobierna España llamó "antisistema" al principal partido de la oposición, recién haberse aliado con populistas bolivarianos, independentistas condenados por sedición y filoterroristas para, en contra de lo que había prometido públicamente, y en contra del espíritu -y ya se verá si también de la letra- de la Constitución, cambiar las reglas de juego de la democracia con el propósito de controlar a los jueces.

Pero es que es todo muy loco. La semana pasada, cuarenta y ocho horas después de que la ministra Irene Montero anunciara un cambio en la ley para que las chicas de 16 años puedan abortar a espaldas de los padres, su compañero de partido y de Consejo de Ministros Alberto Garzón avisaba de que prohibirá la publicidad de alimentos poco saludables entre los adolescentes de hasta 15 años.

A día de hoy, las jóvenes de 16 y 17 -menores de edad, por tanto- pueden abortar sólo si tienen el consentimiento paterno o el de sus tutores legales. La ministra de Igualdad entiende, sin embargo, que a esas edades una es lo suficientemente madura como para tomar la decisión de interrumpir el embarazo.

La publicidad de bollería industrial y golosinas está prohibida ahora a niños de hasta 12 años. El ministro de Consumo entiende, sin embargo, que hasta los 15 uno no es lo suficientemente maduro como para escapar a los cantos de sirena de la comida basura.

En resumen, que según la escala de Podemos, el partido que cogobierna el país, una chica de 16 es adulta para decidir abortar, pero hay que protegerla hasta entonces para evitar que se atiborre de donuts. Un debate interesantísimo, por lo demás, en medio de los confinamientos, el desplome de la economía, el desbordamiento de la segunda ola de la pandemia, el cierre de Madrid y la amenaza de ruina nacional.

Con suerte para Sánchez, cuando haya que sentenciar todo esto, quizás ya no queden jueces como los que absolvieron a Sófocles.