Todos los septiembres son como un lunes brutalista, pero el de este año, tan pandémico, lo es mucho más: Inabarcable, desmesurado, exorbitante. El Derzhprom de los septiembres.

Un septiembre desconcertante. Además.

Con el inicio del curso escolar a la vuelta de la esquina y sin saber muy bien qué va a ocurrir -¿Son los niños supercontagiadores, poco contagiadores o contagiadores reguleras? ¿Se puede garantizar la distancia social en las aulas? ¿Hay suficientes docentes y espacios? ¿Respeta el virus los centros educativos pero no las discotecas o el metro?- reaparece como si nada el ministro de Universidades tras una ausencia incomprensible, cual Agatha Christie postberrinche marital. Solo le ha faltado el balneario. “Leyendas urbanas”, dice. Hombre, leyenda urbana la de los caimanes en el alcantarillado newyorkino. O la de Ricky Martin, el perro y la mermelada. La falta de presencia en un momento como este es más un hecho que una suposición.

Pero no pasa nada, porque Sánchez nos viene también relajado tras sus vacaciones estivales. En pleno repunte, sin vacuna a la vista y tras presumir de estar a la cabeza en materia de confinamientos, aquel al que le correspondería dirigir y coordinar a todos los miembros del ejecutivo decidió que lo mejor era un descanso. Que le podía dar un estrés. Me lo veo telefoneando a Iván Redondo para darle instrucciones de aparcar un ratito el lenguaje bélico. Porque en mitad de una contienda no se puede ir uno a relajarse a Lanzarote.

Ni a Lanzarote ni a ningún sitio. No imagino yo a Don Rodrigo en Guadalete diciendo a sus tropas “me váis a perdonar, pero es que yo empiezo hoy mis vacaciones. Menorca me espera”. No se puede estar a la épica y al asueto. Y Sánchez tuvo que elegir, pobre.

También Simón decidió que hacer surf en Portugal era lo más adecuado en caso de alerta sanitaria. Y Celaá, ministra de Educación precisamente, tampoco es que haya estado mucho más presente. Al menos, siempre nos quedará Iglesias cambiando de peinado, lloriqueando por una pintada -también se fueron de vacaciones los de Galapagar, que ser casta sin ser casta pero siendo casta es agotador- o recomendando series en redes sociales. Y su señora posando en las revistas del cuore. La labor ornamental de esta pareja es, desde luego, impagable.

Al menos la inactividad ha unido a este gobierno de patchwork en un verano mucho más que una coalición en ocho meses. Aunque ahora les llega septiembre -este septiembre Derzhprom- y nos atropella a todos con sus repuntes, su segunda ola, su curva, sus contagiados, sus muertos, sus crisis, sus parados… ¿Habrá nuevos colapsos en los hospitales? ¿Cerrarán los centros educativos antes de octubre? ¿Podemos permitirnos un nuevo confinamiento? ¿Dejará Ana Soria a Enrique Ponce en cuanto triunfe como influencer? Qué nervios ¿no?

En marzo la excusa era que no se podía saber. ¿Pero cuál podría ser la excusa ahora? Estoy deseando saber lo que se le ocurre a Redondo. Casi puedo verle diciendo “¿Que no le echo la culpa a Franco? Aguántame el cubata”.