Las vacaciones del presidente Sánchez, “suspendidas” cuando ya estaban a punto de concluir, han tenido más que ver con el relato que con la realidad. En este sentido, han sido unas merecidas vacaciones. Porque el relato es lo que cuenta.

Hay un articulista que me tiene fascinado por la precisión de su sintonía con el Gobierno: viene escribiendo cada semana exactamente lo que este necesita. Cuando se criticaba la inacción de Sánchez, él defendía su denodado trabajo (entorpecido por “la derecha”). Este agosto, en correspondencia con aquel denodado trabajo, ha defendido sus vacaciones (entorpecidas por “la derecha”). Es una lástima que dicho articulista no se haya ido también de vacaciones, porque se las merecía como ninguno.

Lo cierto es que la acción o inacción del Gobierno ha sido nefasta: ahí están los números, los peores de Europa. Nos encontramos, sin duda, ante un monumental fracaso colectivo, puesto que ha fallado el país en todos sus niveles; pero el máximo responsable es Sánchez. Su Gobierno, sencillamente, no ha sabido.

Lo espeluznante es cómo se intenta tapar el desastre con triunfalismo. “Hemos vencido al virus”, dijo Sánchez. “Salimos más fuertes”, sigue diciendo la cartelería gubernamental. Sus ministros y sus parlamentarios lo aplauden. Como la realidad va a ser cada vez peor, me temo que va a ser cada vez mayor la cobertura entusiasta. Hay que tapar que Sánchez está desnudo, que no es nada. Hay que tapar su nada con Nodo.

Sánchez no sabe nada, es solo un tecnócrata del poder (y hasta esto necesita que se lo hagan). Lo llamativo es cómo adorna esa nada, su impostación. Ahora que sabemos que el comité científico de que habló en pleno estado de alarma no existía, podemos recrearnos en sus fabulaciones. Dijo, por ejemplo: “En las reuniones del comité científico, que se reúne una vez a la semana y en el que yo tengo el honor de poder participar y escuchar a gente que sabe mucho de estos temas, y por tanto también aprendo, porque lógicamente esta no es mi formación, la de la ciencia y la epidemiología...”.

He limado las redundancias y titubeos de las declaraciones literales, tremendamente delatoras, pero ahí está todo: el honor de participar en un comité que no existe y de escuchar a gente que sabe mucho que no existe; gente de la que, por supuesto, aprende mucho, no se sabe si pese a su inexistencia o debido a ella. En todo caso, fue un aprendizaje a su medida.