Un secuestro preventivo, padres con canillas de runners y alma de brokers pobretones y arribistas de Azca, mala gente que camina, una cabalgata en Murcia y mucho cursi asomado al balcón. España se está poniendo guapa para el peor Apocalipsis y Jorge Javier lo está contando en lo que entiende como trascendencia periodística y compromiso socialdemócrata con la telebasura, herramienta de cambio social.

España sacó el domingo ese calostro dominguero de verbena interminable, de niños manipulados como en un divorcio. Había algo que más que a mañana de Reyes llamaba a tardecita de Herodes. Muchos patinetes, mucho perro, mucha mercromina en la tarde abrileña. En el fondo, el domingo fue una comunión cateta de niños hiperactivos y padres consentidores a los que les falta una mili y dar de mamar.

En muchos sitios se primó el urbanismo, pero las zapatillas Salomon de los padres indicaban una carrerita encubierta con el niño a rastras y con un asma oscilante. Nadie los preparó para ser hijos, y así todo niño actual es un niño desestructurado con posibilidades de empeorar.

Si Pujol se llevaba a su prole al Aneto, Borja se los bajó a la Malagueta o a los jardines del Turia a que sintieran la brisa del Mediterráneo y el calor humano del contagio.

Antes de los doce años, en mi generación hacíamos cabañas en los árboles, ensayos de pirotecnia, fundamos un periódico vanguardista y trotsko, y ya aspirábamos al amor imposible de la niña rubia del barrio alto. En nuestra infancia no cayó un virus cabrón, pero sí el felipismo, los fondos reservados, las bombas cercanas de ETA y el tétanos, del que nos vacunó la vida y un practicante calvo.

Ser niños hoy consiste en que un padre carente de hervores te saque un selfie, de mala gana, acaso porque en el Sagrado Egipto de la infancia sabían que ese aquelarre del domingo era una concesión al microbio y al populismo. Los niños y los perros nos sacarán de esta; entre ladridos y pulgas y mocos, suyo será este futuro sin futuro.

La heteropaternidad del domingo fue, por regiones, un crimen de lesa humanidad. Salieron para airearse de la parienta y volvieron con tos seca en el pecho y una última luz de domingo en el alma.

Ayuso también les llora.