Antes de marchar a urgencias, mi padre cogió el cargador del móvil y su libro electrónico. Llevaba diez días con fiebre. Sabía que iba al hospital para quedarse. Su tos era cada vez más cavernosa. La falta de oxígeno y una temperatura de horno siderúrgico le habían obligado a un delirio con vikingos de por medio.

Placa, analítica. Neumonía bilateral. Placa, analítica. "A ver si responde al tratamiento, vamos a empezar". Sexta planta del Complejo Hospitalario de Navarra. De ahora en adelante, La Sexta, cuyas noticias hemos engullido durante diez días con temible voracidad. Por fin ha llegado la exclusiva: le han dado el alta.

Mi padre estaba solo en una habitación con vistas al monte de San Cristóbal. Un paisaje que apenas vio el primer día. Estaba tan cansado que prefirió mantener la persiana echada. Antes, un hijo acababa con la tiniebla. Una esposa agarraba esa mano. Hoy, una enfermera ha agarrado esa mano. Un médico ha vencido la oscuridad. Han sido los de La Sexta, que diría mi abuela.

El día que le ingresaron, supimos que mi amiga Sofía Casla Arruiz -añadiré seis o siete apellidos más cuando los averigüe- era enfermera en La Sexta. Pasó por casa, cogió el equipaje de mi padre y lo llevó al hospital. A él le tranquilizó, de pronto, conocer una ventana al exterior que tuviera sonrisa de sosiego y voz de paz. Cuando mi padre llamaba, contaba que había estado con Sofía. Y nosotros también llamábamos a Sofía. Era como estar allí. Con él.

Después apareció el doctor Lorza, su neumólogo, convertido en nuestro periodista de cabecera. Su llamada diaria a mi madre ha sido una suerte de parte de guerra. Sus hijos, cada uno desde nuestra ciudad, nos hemos reunido puntualmente alrededor de ese fuego.

Lorza ha cumplido con los parámetros indispensables de la buena información: contrastada, prudente, clara, valiente, honesta... y cauta. Cuando no mejoraba, "debemos plantearnos otro tratamiento". Si lo hacía, "celebremos con precaución, el virus es inteligente y puede dar un vuelco".

Mi padre ha sufrido en el hospital, pero también ha guardado momentos felices en el cine de su memoria. Las conversaciones con Sofía, asomada desde su cálido balcón. Los diálogos con el doctor Lorza, que aplacó la soledad destilando conversaciones musicales. Uno director de coro, el otro guitarrista. ¡Que viva la Tudela que le parió, doctor Lorza!

A Sofía, al doctor Lorza, a los médicos Iñaki Elejalde e Íñigo Arribas, y a todos los compañeros de La Sexta cuyo nombre desconozco... levanto esta columna. Por trascender sus profesiones. Por enseñarnos a abrazar sin las manos. Por bracear al lado del enfermo en la niebla de la incertidumbre. Por enfrentar apasionados e irreductibles una amenaza desconocida. Por tejer ese hilo invisible con nuestras casas. Por velar el sueño de mi madre. Por milimetrar el oxígeno del paciente... con voluntad de centinela. Por vaciar el extintor de la vida en un pasillo mordido por la muerte. Por haber acercado la barca maltrecha de mi padre al puerto de su hogar.

Le he escrito un mensaje a Sofía -que hago extensible a sus compañeros-: no sé qué es la enfermería, pero sí sé que no se circunscribe a la caricia y el acompañamiento. Va mucho más allá. Es cariño, claro, pero también ciencia. Ella, en su respuesta, y con la humildad que acostumbra, me ha regalado este verso que me veo obligado a desvelar: "La enfermería también es descubrir el color de las zapatillas de cada paciente".

¡Y es tan virtuoso el camino recorrido por el enfermero hasta llegar a ese "descubrimiento"! El medicamento, la conversación, los secretos que esconde la mirada vidriosa del contagiado...

A usted, doctor Lorza, no le he enviado ningún mensaje porque desconocía su número de teléfono. Ojalá estas líneas lleguen a la pantalla de ese ordenador en el que, por fortuna, ya no aparecerá más la historia clínica de mi padre. Muchas gracias por cumplir con el dictamen que blandió Marañón: "Ser, en verdad, un gran médico es el amor invariable al que sufre y la generosidad en la prestación de la ciencia".

Tengo la certeza de que debía escribir estas líneas. Lo sé porque habría suscrito cada una de ellas si mi padre no hubiese salido con vida de ese hospital. Compañeros de La Sexta, eternamente gracias.