El retiro de ejercicios espirituales del Gobierno de Sánchez-Iglesias en Quintos de Mora es un intento de mitigar las tensiones producidas en la coalición en la que el presidente no puede pastorear al Gabinete como se ha venido haciendo desde 1982.

Las monarquías parlamentarias con Gobierno de Gabinete se caracterizan por ministros que poseen un peso político propio, son cabezas de corrientes o facciones y el primer ministro precisa un acuerdo, fruto de un debate y múltiples componendas para adoptar decisiones de gobierno. En el caso español, aunque formalmente existe un Gabinete o Gobierno, en la práctica, hasta ahora, la evolución de nuestro sistema político hace de los ministros unos secretarios de Despacho similares a los de la monarquía absoluta del Antiguo Régimen.

Basta leer o escuchar a ministros de todos los gobiernos anteriores para comprobar que el Consejo de Ministros se caracteriza por la ausencia de debate interno. Todo va previamente cocinado y el Consejo se limita a una lectura, asentimiento o aprobación de lo previamente acordado en la reunión de subsecretarios y de la Comisión Delegada del Gobierno para Asuntos Económicos.

Además, el presidente de Gobierno cuenta con una suerte de Gobierno duplicado en Moncloa destinado a vigilar los ministerios y añade una estructura electoral y de comunicación denominada pomposamente “Ministerio de la Presidencia”. Para que se hagan una idea, en Moncloa hay doscientos periodistas que se dedican a vigilar al resto de periodistas. En un Gobierno de Gabinete de monarquía parlamentaria, por ejemplo el del Reino Unido, el primer ministro cuenta con dos periodistas para su agenda de comunicación.

Siguiendo con el ejemplo de los secretarios de Despacho, el presidente está atento a las iniciativas del ministro (en el caso de que se le ocurra tenerlas); ordena que las estudie el gobierno paralelo de fontaneros de Moncloa y si hay algo atrevido, innovador o conflictivo, el presidente llama al ministro respectivo a despachar y le hace ver la conveniencia de ajustarse a los criterios que le han sugerido sus asesores de Moncloa.

Un ejemplo clamoroso de la inexistencia de un Gobierno de Gabinete, propio de una monarquía parlamentaria, fue la crisis del 11-M. El presidente Aznar, en situación de shock, ante un atentado a la Nación de aquella envergadura, no convocó ni al Gabinete de Crisis ni al Consejo de Ministros. Aznar se reunió con algunos miembros del Gobierno y de su Gabinete de Moncloa. Despachó con el ministro del Interior y el portavoz del Gobierno como hacía un rey preconstitucional con sus secretarios de Despacho.

La tendencia a incrementar el poder de Moncloa sobre el Gobierno de Gabinete se aprecia en el tamaño y enorme aparato del Complejo de Moncloa (2.500 funcionarios y contratados a diferencia de los setenta empleados en el 10 de Dowing Street) y en el creciente poder del Favorito de turno, al estilo de Calomarde, con Fernando VII.

La tendencia al crecimiento continuo y complejidad de esa administración de gobierno paralelo en Moncloa hace surgir la figura del Favorito. En el caso de Rajoy, la favorita fue Soraya Sáenz de Santamaría; en el caso de Sánchez es Iván Redondo, denominado el quinto vicepresidente, pero en la práctica con más influencia que los otros cuatro. Este nuevo Favorito ha ampliado el aparato de marketing electoral en la que no falta siquiera un futurólogo-vidente tipo Rappel: la nueva “Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia de País a Largo Plazo”.

La política es la ignorancia de lo que va a pasar al día siguiente. Hay decenas de ejemplos en la historia. A pesar de ello Iván Redondo instituye una Oficina de visión del futuro. Esta Oficina está en manos de un licenciado en Historia por la Autónoma de Barcelona. Según Moncloa, “es un experto en historia aplicada, teoría del cambio, prospectiva y gobernanza anticipatoria”. Eso es un cargo y lo demás es cuento.

Sánchez pretende ganar tiempo con este despliegue de administración paralela pero tiene menos capacidad de operar, como hasta ahora ha venido ocurriendo, por la sencilla razón de que estrenamos un Gobierno de coalición y no se puede despachar con ministros coaligados como si fueran secretarios de Despacho. Estos ministros de Podemos, ajenos al PSOE, están diferenciados políticamente y no dependen de la confianza y del poder del presidente. Los ministros coaligados podemitas tienen su propio grupo parlamentario.

La primera grave tensión interna en el Gobierno ha sido el papelón del ministro Ábalos en Barajas con la vicepresidenta ilegítima de Venezuela, considerada una delincuente internacional. El chavismo antiamericano y el ilimitado “gasto social” de Podemos coloca a España en una situación indefendible en la UE. Por su propia naturaleza y por la experiencia de apenas un mes, este Gobierno de coalición posee todos los elementos de un Gobierno de colisión. Al tiempo.