Para llegar a esto, al marcar paquete de ERC, a las chulerías con pendientes de los batasunos, se ha visto mucho. Desde la falsa humildad de Sánchez con el Follonero tras su defenestración, a aquel día -qué excursión- que salió de las aguas fétidas de un lago en Dos Hermanas para la conquista del Estado. Por medio, las llamaditas al Poder Judicial, las prosas universitarias con un negro poco apto, y el cargo de Bego contra el hambre mundial.

El socialismo está muerto y se ve que les importa poco. La coincidencia espacio/temporal de Simancas y de Carmen Calvo nos habla de ese momento en el que la vaselina, que diría el otro, es la cicuta más liviana que le queda a Ferraz.

De los bandazos y los embustes no hay nada que decir, excepto que son una expresión de la mirífica resistencia de Pedro. Con todos estos mimbres en el aire, llegó la última sesión de investidura en mi muro de Facebook donde los alegres dentistas de la cuerda, los sociólogos del zapaterismo institucional, aparecieron compartiendo fotos de ensaladillas rusas y otras instantáneas para ponerse -otra vez- en disposición de ser cañería y asesor al mismo tiempo. Aunque ya no es suyo este tiempo, que lo sabré yo.

Para llegar a esto, a que Albertito Garzón toque pelo y se garantice de por vida el AVE caro para el espatarramiento marital, se ha llegado a un punto de no retorno. Tras los barones en sus cuarteles de invierno, los silencios cómplices, la curiosa concepción de la dignidad institucional de Batet, llegamos a este gazpacho después de la Cabalgata. Qué país, qué tropa y qué todo.

Como prólogo de la proclamación, claro, las lágrimas de Pablo Iglesias al que desde el 7 de enero de 2020 se le abren los cielos porque se le queda el tiempo despejado en Galapagar. Hay futuro en esas lágrimas de alegría y en ese gesto emocionado que me recuerda a mí mismo el día que Iniesta nos sacó del olvido con su gol. Salud, camaradas, que dicen los leones de Ponzano.

Las lágrimas de Pablo Iglesias son lágrimas empoderadas. Alberto Garzón cierra los casinos, el juego, el vicio, y en Argüelles las viudas de militares juegan a la tragaperra como si les fuera la vida en ello. Que les va.

España arranca una nueva era. Que salgan los trenes y haya calefacción será nuestro milagro nuestro (sic) de cada día.

Entre bandazo y bandazo nos enamoraremos. Sánchez es ya un meme universal, y en este hecho hay una justicia poética y hasta la tercera España.