Tras la negativa de Casado a una abstención, Arrimadas abogando por un gran pacto PP-Ciudadanos-PSOE o no hay tu tía, y Unidas Podemos con los dedos cruzados y mirando el reloj, sin hacer mucho ruido para no liarla, Sánchez está en un momento “de este burro no me bajo” que es para verlo. Y no porque él no quiera, no por convicción, arrojo o convencimiento, ojo, sino porque en esta huida hacia adelante en la que se han visto todos envueltos por su mala cabeza, la libertad de movimientos brilla por su ausencia. Son todos esclavos de sus palabras y sus silencios. Ilotas por retroactividad. A saber:

Sánchez necesita demostrar, ahora sí, a su electorado que está por la labor de darle a España (esta España nuestra pero, sobre todo, suya) un gobierno. Y uno progresista. El único pacto natural, tras darse cuenta de que sí podría dormir con ello, es con Unidas Podemos. No por gusto sino por necesidad, que los números no dan. Y Unidas Podemos, que se sabe la más guapa de la clase pero no quiere parecer una fresca, le ha dejado bien claro que sin gobierno de coalición no hay coito, guapo. ¿Por quién me tomas?

La abstención de PP es del todo improbable. Casado sabe que va a ser el mayor beneficiado en casi todos los escenarios posibles y que lo único que tiene que hacer es esperar y tratar de no perder votos por estribor que beneficien a Vox si se ponen blandengues. Así que la negativa es la única opción.

ERC, mientras tanto, se hace la bonita bailando junto a la barra, evitando el contacto visual directo durante mucho tiempo pero sin dejar de enseñar cacha. Con unas autonómicas a la vuelta de la esquina, con la sentencia sobre la inmunidad de Junqueras al caer y el aplazamiento de la vista para la extradición de Puigdemont, ERC no puede precipitarse a pactar a porta gayola con uno de los valedores del 155 (no voy a hacer rimas, que no procede). Lo que debe hacer es dilatar el proceso y que parezca, el mayor tiempo posible, que tiene a Madrid por los huevos y que sabe lo que se hace.

No nos engañemos, esto a Sánchez le viene que ni pintado. Sánchez, que no es inteligente pero sí es listo, sabe que le conviene tener a ERC traqnuilito y sin hacer ruido, como a un niño con TDAH medicado. Pero sabe también que no le quedan pastillas en el bolsillo y que si se pone burro no va a poder ofrecerle lo que quiere. Y sabe, además, que pactar con los independentistas le sirve para un eventual gobierno-collage en equilibrio precario que pagará con votos. Votos que en unas elecciones adelantadas beneficiarían a ese Casado apoyado en el quicio, diciendo que no con el dedito, y esperando en la puerta a que salgan las titis. Que saldrán.

Y, mientras tanto, PSOE y ERC ahí siguen, bailando uno en un volcán y, a dos metros de él, bailando el otro en el Polo.