El peor caso de corrupción de la historia de España. El más abultado, en el que se ha producido -hasta ahora- un mayor perjuicio a las arcas públicas, en el que más investigados han resultado ser condenados, el que lejos de ser episódico, se ha alargado durante tanto tiempo como se ha permitido. Y lo que es peor, la comisión de unos delitos que arrojan algo más que la sombra de una duda sobre los resultados de las elecciones en Andalucía, fuesen autonómicas, locales, europeas o nacionales –que una vez pagado el favor, en el pack entraban todas-.

Un episodio del que avergonzarse y cuyas consecuencias -más allá de las penales- deberían ser un terremoto político de tal magnitud que nadie, con responsabilidades en Ferraz y en el PSOE andaluz quedase indemne.

Y eso que la de los ERE no es más que un eslabón del entramado cleptocrático socialista andaluz cuya factura supera los 1.200 millones de euros. Invercaria, Madeja, UGT, Cursos de Formación, Faffe, son los casos que jalonan el camino reciente de todo un sistema basado en el fraude y la apropiación masiva de fondos públicos -su dinero, el mío- sin ningún control y con la única finalidad de mantener el voto cautivo del PSOE y de paso, el enriquecimiento de unos cuantos –demasiados para considerarlo un caso aislado-.

Nueve años de instrucción sólo para el primer juicio del caso de los ERE. El placaje sistemático de la juez Alaya, las dilaciones -con efecto de prescripción del delito, en algunos casos- de la juez Núñez Bolaños. La absoluta falta de colaboración de los dirigentes de la Junta en el esclarecimiento de los delitos, la práctica continuada de los mismos por otras vías. La red clientelar que ha mantenido al PSOE en el poder, siempre perfecta y convenientemente alimentada. Hasta ahora.

¿Asunción de responsabilidades en el partido beneficiado? ¿Asomo de crítica en el partido amigo? ¿Una moción de autocensura? ¿Dimisiones en cascada? ¿Una sola dimisión? ¿Algo?

O mucho me equivoco o el tenue resplandor de los focos que las televisiones -empezando por la pública- están poniendo sobre el tema. La ausencia de titulares en determinados medios (alguno de los cuales dedicó más de 160 portadas a los trajes de Camps). La sordina en otros, puede convertir este caso –como los que le siguen- en un episodio feo pero puntual protagonizado por unos cuantos jubilados. Algo así como Morgan Freeman, Michael Caine y Alan Arkin en la película Going in Style (Un golpe con estilo, en español), pero en versión andaluza. Un asunto menor, en suma, sin más trascendencia que la que le den la oposición y algunos medios afines.

En cualquier caso, un tema que en nada salpica a Sánchez, al PSOE (si acaso al andaluz pero ese es otra cuestión y se llama Susana Díaz) y que se remonta al pasado, en ese espacio temporal inventado por la izquierda en el que 1939 o 1975 están más cerca del presente que el año 2011 en que se empieza a instruir el caso de los ERE.

¿Algo que ver con la Gürtel? ¿Alguna similitud con lo que justificó la moción de censura a Mariano Rajoy? Dicen los socialistas que no, y tienen razón. En primer lugar, por la cuantía económica de lo sustraído –muy superior sólo en esta pieza de los ERE- , pero sobre todo, porque en esta sentencia no ha habido un juez De Prada que sobrepasando sus funciones, diese argumentos para descabalgar a otro partido del poder. Cierto que sus excesos retóricos le han valido ser apartado por la Audiencia Nacional, del caso en que juzga la caja B del PP. Pero qué más da: hay palabras para el mármol, y que como el "nunca mais" sirven de comodín a la izquierda para lo mismo y lo contrario.

Así que pierdan toda esperanza. No importa la cantidad sustraída, tampoco la sospecha de fraude electoral continuado. Ni que, hablando de resultados, quepa la duda de qué hubiese pasado si la sentencia se hubiera sabido cuando fue redactada, en lugar de esperar a hacerla pública a que pasaran las elecciones andaluzas, las generales del 28-A, las locales, las europeas y, por fin, las del 10-N.