A veces, muchas veces, me siento un tanto marciana al salir de la burbuja que conforman oficina y maternidad. Leo el periódico y me entero de que hay una gente que se denomina Tsunami Democràtic, y yo, que hablo catalán la mar de bien, sé que significa tsunami democrático, pero sigo sin entender en qué estaba pensando el que relacionó un sustantivo tan devastador con el derecho del pueblo a elegir. Me lo explique alguien, por favor.

Continúo con mi periplo informativo: Rosalía ha escrito en Twitter "Fuck Vox" y el ofendido le contesta con no sé qué de que si eres millonaria y no tienes patria, que es una frase de Ledesma Ramos, un señor al que el barbas parece admirar bastante, a juzgar por las referencias que le dedica, y que no tiene nada que ver con el "Que te jodan" de la cantante.

Me da vueltas la cabeza. Menos mal que ahí ha estado rápida Adriana Lastra, contestando que "¡tra, tra!" y dándole algo de sentido a este batiburrillo. Sentido del humor, pero sentido al fin y al cabo. Falta nos hacía tras los resultados electorales y los diputados del fan de Ledesma. El abogado de los Franco, el condenado por rollos contables... Un festival del humor en su totalidad.

El que no se ha reído mucho es Rivera que, oye, bien por él y su coherencia. Lo de que su pareja haya aguantado carros y carretas, pues a ver, que la chica sabía con quién se liaba y que se plantó una camiseta con un love bien hermoso saliendo de un hospital, con una ristra de periodistas a la puerta tan interminable como previsible. Algo de jaleo se veía venir.

A Nadal le han planteado en una rueda de prensa que quizás ha perdido concentración porque se ha casado. O alguna gilipollez parecida, era algo que vinculaba directamente un mal resultado del deportista con Xisca, algo tan ridículo que yo no soy capaz de recordarlo ni Nadal de contestarlo. Se ha limitado a decir que eso era una mierda y chimpún. No daba para mucho más, ni la pregunta, ni el intelecto del periodista. Me quiere sonar esto de las mujeres culpables de un mal partido, de un mal en general. Plantarse ante uno de los mejores tenistas de la historia y soltar semejante despropósito debería ser constitutivo de delito, o falta, o algo. Una multa, un escarnio para este individuo, pero ya.

Los verdaderos dramas, como el del Diana Quer, son en sí representantivos de hasta dónde puede llegar un cerebro enfermo, o un cerebro muy cabrón, porque la maldad existe, por más que no queramos creerlo. El asesino confeso ha afirmado que la mató de forma accidental cuando la agarró del cuello y que la confundió con una gitana. Le defiende una abogada con una hija de edad similar a la de Diana, comprometida con la lucha contra la violencia machista, a la que le tocó este papelón, obligada por el turno de oficio. No me puedo imaginar lo que está pasando esta mujer y me planteo, seguro que equivocadamente, si bicharracos como este merecen ser defendidos y si María Fernanda Álvarez, la letrada, merece este calvario.

Viendo este panorama, tras diez minutos de lectura, pierdo un poco la confianza en el sentido común, en el ser humano, incluida yo misma. ¿Nos estaremos yendo a la mierda sin remedio? Y, tras leer un par de páginas más, me digo que no, porque al lado de esas noticias, tan surrealistas, encuentro entrevistas a señoras estupendas que se reinventan a los cincuenta; a científicos que, día tras día, luchan por encontrar la cura contra enfermedades que nos matan; a gente que estudia la felicidad y nos demuestra que sí, que lograrla es posible y que depende, en gran medida, de que nuestro comportamiento sea el adecuado. Apliquémonos el cuento.