Rosalía es la primera española en ser premiada en los MTV Video Music Awards. Ni que decir tiene que ya le han caído críticas, esta vez por no ser latina; en los Goya, por no ser gitana. Que te pongan a caer de un burro es normal cuando una destaca, imprescindible si hablamos de un referente en cualquier ámbito. En fin.

Lo interesante de esta mujer de Sant Esteve Sesrovires, entre otras muchísimas cosas, es lo impecable de su marca personal, por lo que parece, producto de su intuición, su claridad en la definición de objetivos y el olfato a la hora de formar equipo. Ella sabe quien es y a donde va. Lo tiene claro desde que, a los trece años, escuchó a Camarón. Más tarde estudió en la Escuela Superior de Música de Cataluña. Su proyecto de final de carrera fue El mal querer, un disco que ha triunfado en el mundo entero. Nada de bandazos. Línea recta. Toda ella es identidad propia fabricada a base de actitudes, aptitudes y estrategia. Si no te etiquetas tú, acabarán etiquetándote otros y eso es una catástrofe.

En cualquier ámbito, solo despuntas si te diferencias, y no pueden percibirte como diferente si no lo eres. Los artificios aquí no valen, acaban llamando demasiado la atención. La honestidad, en el arte, es obligatoria. Cada movimiento debe tener un para qué. Algo que sale de las tripas de alguien para clavarse en las de otro no puede permitirse ser falso.

Cualquier empresa aspira a que sus productos sean recordados, y solo recordamos aquello que nos emociona. Nos emocionan las historias, ya sean en forma de texto, de película, de canción o de anuncio de automóvil. La vida de alguien que se dedica a crear consiste en generar ideas y saber divulgarlas adecuadamente, en dejar una huella en los demás. Algo que solo se consigue a base de voluntad, pasión y autoconocimiento ¿Qué puedo ofrecer yo en este paisaje plagado de opciones?

Tomar el tiempo de analizar lo de fuera y lo de dentro para así sobresalir, diseñar un plan de posicionamiento y tratarte a ti mismo como el mejor producto posible no son labores muy habituales en la mente un artista. En muchas ocasiones, ante la falta de dirección por parte del protagonista, decenas de ¿profesionales? divagan a su alrededor, descoordinados, sin dar resultado alguno porque nadie conoce la meta. El talento sin táctica y sin reajuste no sirve de mucho.

Rosalía sabe cuáles son sus fortalezas y las explota a base de estudio, libertad de pensamiento y coherencia, como debe ser. Se rodea de otros tan listos como ella. Madruga, apunta sus tareas en la agenda de papel e intenta que, al final del día, estén todas tachadas. Lo que viene siendo lo normal para cualquier emprendedor, porque eso es lo que es.

Todas sus acciones van en una misma dirección, no da puntada sin hilo. Sin su hilo, claro, porque nunca llueve a gusto de todos, a la vista están la sarta de gilipolleces y envidias que florecen a cada peldaño que escala la catalana. Ella, impertérrita, a lo suyo. Algo nada fácil, teniendo en cuenta que vivimos en un país en el que no nos educan para ser relevantes, mucho menos si eres mujer, que viva el funcionariado emocional. La mayoría anda con la oreja pegada al qué dirán sin sentido alguno. Deberíamos usar la opinión ajena como fuente de información, pero no de actuación. La observación de la masa uniforme da muchas pistas sobre cómo no pertenecer a ella y así trazar tu propio mapa hasta el tesoro, tomar las riendas de todos los aspectos de tu proyecto y, ya de paso, de tu vida.

Los triunfos de Rosalía no dependen de su raza, de su lugar de nacimiento o de la televisión. Los triunfos de Rosalía dependen de Rosalía. Menos mal.