Sospechar de Ciudadanos es el deporte político más fácil del mundo. Hasta el ministro del Interior juega. Es tan fácil señalarlos. Por la derecha, los miran como unos traidores, por la izquierda protegen de ellos las reivindicaciones que consideran exclusivas, como si Ciudadanos portara la contagiosa enfermedad de rechazar los menús ideológicos y la fiebre con la que se manifiesta pudiera afectar a algunas consignas. No pueden estar cerca de las mujeres ni reivindicar el orgullo, por ejemplo. Algunas turbas bien dirigidas consideran imposible mirar a la bandera pensando en todos porque en España si miras a la bandera, has fusilado, y si piensas en todos eres un perdedor.

La rutina de nuestra democracia ha conseguido retratar al partido que lidera Rivera como una caricatura. A esto le ha dado vidilla uno de los miembros del Consejo de Ministros. Los políticos siempre enseñan algo: nunca se es lo suficientemente idiota. No puedo evitar ver en la forma de criminalizar al partido por sus pactos, dijo "consecuencias" Grande-Marlaska, al Aznar noventero que intentó meter al país en una pista de squash: el ministro critica Ciudadanos poniendo de moda el juego, institucionalizándolo, sacándolo de las calles, dándole unas reglas y un manual de estilo. Parece que haya invertido en la empresa que tiene la concesión para construir las canchas que encierran al centro ideológico.

Marlaska invoca al karma, olvidándose de que la política funciona sin karma. Si todo fuese una alternancia de equilibrios basada en las decisiones tomadas durante los últimos años o recientemente, quizá el PSOE no podría poner un pie en la calle. Pero las consecuencias se ven en las urnas, que es donde se canalizan los meados, los insultos y las agresiones. Marlaska fue un irresponsable, poniendo en peligro a sus propios compañeros de partido. Aceptar la abstención de Bildu en Navarra puede que no esté muy bien visto en otros territorios, que también tenga sus "consecuencias". Quizá tampoco cómo Sánchez alcanzó la presidencia del Gobierno.

Ahora también juega la Policía al juego del verano señalando a Ciudadanos, advirtiendo que quizá hayan mentido. El informe preliminar hace valoraciones políticas como si fuese un editorial. Que haya un policía editorializando por Madrid es una gran noticia: ya hemos descubierto al pesado que además de multarte puede darte una lección. Marlaska no se retracta de sus declaraciones, avisa, tan orgulloso de validar la experiencia de meterse con el partido de Rivera. La jugada encadenada con la aparición de otro informe definitivo sirve perfectamente al puzle que no habían terminado: Ciudadanos es masoquista.

Están condenados por tratar de hacer política con Vox, el suflé que infló Sánchez para dividir a la derecha, igualando a las tres formaciones en un solo término insoportable. ¿Qué es mejor? Entonces, simplificando, Ciudadanos, un partido político, no puede disfrutar del civismo manifestándose por los derechos del colectivo incapaz de practicar con ellos la tolerancia reivindicada, ¿no?