Eras las cinco de la tarde, las cinco de la tarde. Hora lorquiana cuando los de Ciudadanos se citaron en 'El Brillante', rompeolas de todas las Españas. Después caminaron hacia donde el Paseo del Prado se entrecruza con la Cuesta de Moyano y esas ediciones Porrúa, de Buenos Aires, creo, por las que conocimos al propio Lorca los que fuimos hijos de padres que quisieron una España mejor. Entre que avanzaba la comitiva de Cs, Arrimadas iba mudando la cara, la color, descamisados con cuero la insultaban con el descaro de émulos de Freddy Mercury. Y el termómetro seguía, y el cántico de "Vamos Ciudadanos" cambiaba a  "Aquí estamos, Ciudadanos". Globos de helio al cielo, la pancarta que no se movía, Pablo Sarrión que llevaba las dos banderas: la arcoíris y la de España que son las que nos representan. Alguien del staff del cogollo de la manifestación hablaba de paciencia, de que ya desfilarían los naranjas. A 200 metros de la estación de Atocha los que van y los que vienen tienen esa cara de pacíficos que dejan atrás el manifestódromo patrio (Prado, Recoletos y Colón).

Uno fue allí a ver la España de las libertades y se encontró con escupitajos, orines disparados desde pistolas de agua y señoras de Cono Sur que llamaban a Cs fachas con una cadencia de chamanes andinas. Creo que Marcos de Quinto no se vio en otra igual, y hasta Inés Arrimadas perfió el moreno, y se secó el pelo, y vi un rictus de pavor valiente.

Yo llevaba la camiseta de Cs por confraternizar en el empotramiento periodístico, y me hacían la peineta desde niñas con acné a viejos preinfárticos que me llamaban fascista: les respondí que estuve en el Contubernio de Munich y dejaron de increparme: ése es el nivel.

Que la Policía tenga que evacuar a un partido político de una manifestación festiva dice mucho de este intratable pueblo de cabreos, que diría Gil de Biedma alguna noche memorable de junio.

Las conquistas del LGTBIHQMRLOREMIPSUM están ya asumidas. En cambio, hay una brecha salarial en las empresas y las quinceañeras tienen que estar a las diez en casa, como recomendaba Joan Manuel Serrat. El domingo, en el odio contra Cs de la progresía exquisita, sentí miedo -llevaba la camiseta de Ciudadanos y alguien me llamó 'Butanito'-. 

Llegué a casa con la crónica mandada, a costilla flotante, dos cogotazos en el cabezón y un roto en el alma. El periodismo gonzo enseña eso: que el español no piensa, embiste. Las pistolas eran de agua, pero la dialéctica de los puños y las pistolas sigue vigente en otro bando, el de la tercera España. Que le pregunten a Arrimadas o a Patricia Reyes.