Cuando estaba formándose el nuevo gobierno de Andalucía, un compañero que participaba de las negociaciones me dijo, atribulado “no vamos a tener vida para desmontar lo que nos estamos encontrando allí”. La administración paralela de la Junta de Andalucía es una de esas barbaridades que en un país más sensato que el nuestro podría considerarse malversación de fondos públicos.

El último hallazgo de la herencia de la Andalucía Socialista es la llamada Agencia Andaluza de Instituciones Culturales. Tenía un presupuesto de 24 millones de euros, que hacen la boca agua de cualquiera que se dedique a la gestión cultural. Pero, oh sorpresa, resulta que en la AAIC trabajaban 483 personas, de forma que de los 24 millones tenían que emplearse 19 en pagar nóminas, y otros 5 en el “funcionamiento” del tinglado. Resumiendo, un millón para invertir en cultura gestionado por casi quinientas personas. No creo que tuviesen mucho trabajo, no…

Todos los chiringuitos funcionan igual: se crean, se llenan de personal (enchufado, obviamente), y los sueldos se comen casi todo el presupuesto, dejando sólo una parte ridícula para cubrir sus objetivos. Es decir, se engaña al personal de forma miserable para crear agencias de colocados que vienen a entretejer monstruosas redes clientelares indispensables para que la rueda siga girando.

“Los entes instrumentales dan un servicio público fundamental”, decía Antonio Ramírez de Arellano, diputado del PSOE convertido por mor de la frase en mamporrero de lo indefendible. Que me explique Ramírez de Arellano qué servicio público se presta poniendo a 483 personas a gestionar un millón de euros: tocaban a 2.070 euros por barba. Tenían a 80 directivos y 400 trabajadores dedicados a manejar poco más de 2.000 euros anuales cada uno, y eso costaba al contribuyente 24 millones. ¿Le salen las cuentas, señor Ramírez? Porque a mí no.

Yo sé lo que significa conseguir 24 millones para dotar una institución cultural: una heroicidad. Vivimos en un país en el que la cultura no se considera algo importante, y es ese capítulo en el que se escatima y racanea. En la Junta de Andalucía apañaron 24 gloriosos millones, pero en vez de invertirlos en cuidado del patrimonio, renovación de bibliotecas o becas de artes plásticas los dedicaron a montar un chiringuito cuyo presupuesto real era el de la concejalía de cultura de un pueblo. Eso sí, había 483 personas en nómina, 80 de ellas directivos. Miedo me da preguntar quiénes eran.