“Es difícil explicar el amor”,  concede la educadora de la Universidad de Duke Kate Bowler. Lo es incluso para ella, que ha recibido toneladas de ese sentimiento. Hace cuatro años, también recibió una noticia que alteró su vida para siempre: cáncer, estado IV. “Pero no puedo terminar mi vida aquí, tengo un hijo”, fue lo único que acertó a responder a través del teléfono a quien le acababa de comunicar una sentencia que suele recibir poca o ninguna discusión. Tenía 35 años. Desde entonces, en su vida ha habido mucha empatía y ternura, y también una elevada dosis de penurias e infortunios.

Es difícil imaginar, también, el amor y la tragedia que ha asolado durante los últimos años a los padres y los hermanos de Noa Pothoven, la holandesa que se ha dejado morir por inanición. La joven, de 17 años, fue violada a los 11 y a los 12 años, y agredida sexualmente de nuevo a los 14. Solo con la muerte ha conseguido Noa deshacerse del dolor, uno tan enorme que le resultó literalmente imposible de soportar. Antes de todo aquello, de aquel callejón oscuro, era una niña feliz y alegre; después, el sufrimiento máximo envolvió su vida y la convirtió en miserable. Solo su suicidio ha podido lograr que cesara.

Las tragedias nunca son iguales, como tampoco lo son las de Bowler y la de la familia Pothoven, y carecen, como el amor, de explicación. Hay gente que se pasa la vida investigando para hallar más y mejores maneras de derrotar a las enfermedades mortales, en particular al cáncer; hay otra que se pasa la suya pretendiendo explicarlas o, al menos, justificarlas.

Pero si ya es difícil conservarlo, explicar el amor quizá lo sea aún más. A la autora Isabel Allende la pasión en pareja le ha vuelto a poner la vida patas arriba, esta vez a los 76 años. A la norteamericana de origen chileno el amor le dura –confiesa- 20 años, así que se entusiasma cuando enfoca mentalmente las próximas dos décadas. La próxima vez que te vea, le dice a Luz Sánchez-Mellado en su entrevista para El País, “igual vengo embarazada”.

El amor ilumina la vida de la autora viva más vendida en español, como lo hace también el rostro de Mario Vargas Llosa, también enamorado, que a sus 83 años se niega a renunciar a la vida sexual. “A los ochenta el sexo no desaparece, solo se espacia más”. Qué sugestiva referencia envía el escritor hispano-peruano sobre el ejercicio del amor, y no solo a sus lectores.

En nuestras existencias, ocurre cada día, se dan la mano los dramas y los momentos mágicos. En realidad, si uno se pone a pensarlo, cada instante es siempre mágico si no es trágico; lo que sucede es que, sumidos en la sandez humana que nos invade a diario, a menudo no somos capaces de distinguir uno de otro. Sorprendentemente, el encanto de una vida feliz puede pasar desapercibido y la tragedia disfrazarse de su opuesto. Solo el paso del tiempo permite entender bien qué fue lo que esbozó cada periodo.

En la vida se suceden grandes desventuras y tiempos memorables; a veces se resquebraja el presente de forma inesperada y otras veces la placidez, también de forma sorpresiva, lo repara todo. Como dice Bowler en su charla Ted Todo ocurre por una razón, y otras mentiras que he amado, los buenos y los malos tiempos no se cancelan entre sí, ni tampoco se compensan. En realidad, solo se viven y, como ocurre con el amor, sin explicación alguna.