Señor (por llamarle de alguna manera) Ortega Smith, me veo en la obligación moral de dedicarte unas palabritas. Sí, te tuteo porque me da la gana, porque no me mereces el más mínimo respeto. Todo muy recíproco, Javierito. No me queda más remedio: esas declaraciones en las que hablas de nosotras como si fuéramos animalitos, o mejor, animalitas se me han clavado en el esófago. Y mira que suelo ignorar los comentarios de los prepotentes, retrógrados, intolerantes y machistas.

Nosotros, los que no disfrutamos de todas esas características que acabo de enumerar, deberíamos estar siempre por encima de tanta podredumbre dialéctica. No ofende quien quiere, sino quien puede. Pero hoy no estoy por encima, hoy me planto frente a ti y frente a cualquiera que pretenda humillarme. 

Te comento que no solo tenemos derecho a comer, a cuidarnos y a cortarnos las uñas. Por cierto, supongo que solo apruebas esta actividad con fines puramente higiénicos; lo de hacerse una manipedi gloriosa con masaje y esmalte permanente seguro que es de cochinas y de casquivanas.

A lo que iba: gracias a gente que luchó contra gente como tú, las mujeres disfrutamos del derecho a la educación, al voto, a abrir una cuenta bancaria sin permiso de un tío, a sacarnos el carnet de conducir, a trabajar y, sorpresa, a decidir sobre esto que somos, tanto en cuerpo como en alma. No necesito que tú me des tu aprobación, nací dueña y señora. Ah, también tengo derecho a escribirte estas palabras, por aquello de la libertad de expresión. Igual te suena. O no. Te voy a dar un disgusto enorme, chaval: hay tías piloto, cirujanas y con Premios Nobel. Vivir para ver.

No sé qué parte de "embarazo no deseado" no entiendes. Supongo que ninguna. El verbo "desear" en cualquiera de sus significados (1. Querer o aspirar a algo con vehemencia y anhelo; 2. Sentir atracción sexual) te resultará ajeno del todo. Lo poco que imaginas sobre esa palabra te sonará a pecaminoso, es lo que tiene el libre albedrío, provoca miedo e incluso ira en quien no lo disfruta. Y me da que tú, Javierito, de libre tienes más bien poco. Y hay gente que no soporta que los demás disfruten algo que ellos ni conocen. Envidia lo llaman.

Me asalta una duda, perdona esta ignorancia mía, tan de mujer, tan de ser inferior. Si cuando engendro una vida mi cuerpo ya no es mi cuerpo, ¿de quién es mi cuerpo? Espero que no sea tuyo, porque me da un patatús, Javierito.

Como te ves atacado por esta cosa tan rara de la libertad y de los derechos de las poseedoras de vaginas, nos insultas brindándonos tu ayuda. Nos regalas esa caridad porque sufrimos necesidades económicas, nos han abandonado (otro mal que compartimos con el mundo mascota) o somos unas ignorantes. Solo por una de esas razones tomaríamos un camino que para ti es un terrorífico drama.

Fíjate, para mí, el terrorífico drama es tu discurso y, ya de paso, todo tú. Si es que todo depende del punto de vista, el mundo es muy subjetivo. Otro término que tampoco te debe sonar demasiado. Tus creencias son la verdad absoluta y eso es algo objetivo a más no poder. Lo de la posibilidad de que haya una vida independiente dentro de mí, también. Que no existe del derecho al aborto, pues lo mismo. Que podemos cortarnos el pelo, es un hecho. Me queda la duda de si las mechas californianas están permitidas o no.

Si de verdad quieres ayudarnos, Javierito, desaparece del panorama, no nos obligues a sufrir esta sensación tan desagradable de encontrarnos contigo al leer las noticias. Líbranos de todo mal.