La Historia ha hecho un largo camino para llegar a Iceta. Han pasado Wifredo el Velloso, Fred Astaire y Ginger Rogers, y Maragall con su patente de corso tras las Olimpiadas y hasta el malafollá granaíno de José Montilla, que era de Iznájar, bello pueblo junto a un pantano que tiene lo que todos los pueblos: una iglesia, una cigüeña y un tonto bueno de los de Delibes que se sabe los chascarrillos y fuma colillas.

Con la postura de Cs en el Parlament -que nunca se viera en tal aprieto-, Miquel Iceta va al Senado. Y de ahí a la presidencia y de ahí a la gloria y el Senado, a Barcelona. Non stop, oh yeah, que "no es no" y en ese plan.

Con Iceta no habrá 155, y sí mucho blanqueamiento, mucho Parlem, mucho puente aéreo y mucho AVE. Si la historia del PSC es la degeneración aplicada a los tiempos, con Iceta tenemos a un tercerista más falso que la falsa monea de la copla, a un histrión que va preparando el guiso a los indepes, a ese misil de largo alcance del independentismo que siempre encuentra a compañeros de viaje en la misión histórica de la república imbécil. Iceta es ese gallego en Broadway que vio Chapu Apaolaza cabalgando en iuesei

Va uno leyendo a los articulistas de la cuerda, y poco menos que pintan a Iceta como un puente; un puente entre los golpistas y el Estado que el sanchismo resume en un avión a punto y sepultura con caviar a los socialistas históricos. El Senado nunca sirvió de mucho, pero en Barcelona servirá para que resuenen más las quejas de los golpistas y cuelen eso que llaman la descentralización a costa del contribuyente.

Iceta, como tal, no es ni bueno ni malo. Es útil y supera cada día a la caricatura que le hacen los bufones armados en TV3. Ciudadanos, ya digo, facilitará que Iceta sea nombrado senador autonómico por el Parlament, que como todo parlamento regional está para eso: para elevar a los icetas a los altares.

Bien es verdad que ERC le mantiene un veto de postureo, pero bien sabemos del teatro de la política y de que el original nunca traga bien las copias.

Con Iceta al mando del Senado pueden llegar las siete plagas de Egipto, las trompetas del Apocalipsis, los lazos amarillos en la pechera de los ujieres o la era de Acuario orquestada por Queen.

Iceta le pidió a Sánchez, en éxtasis teresiano, que nos librara del mal y de Rajoy. Se fue Rajoy, sí, y vimos que para este viaje no hacían faltas esas alforjas.