Estimado señor Ábalos: olvídese de Ciudadanos. Pierda toda esperanza. Este partido nació para plantar cara al nacionalismo, la peste de las ideologías y una de las plagas de la modernidad. Brotó hace trece años en un páramo, milagro, para enfrentarse intelectual y políticamente a la asfixia, el engaño sistemático, la espiral del silencio, la coacción sutil y omnipresente, la impunidad de una mafia que utilizó la política de los sentimientos para enriquecerse, la estupidez y la cobardía ambiente de una burbuja, o, más bien, de una zona de excepción de la democracia española. No menos milagrosamente creció y desplegó una flora civil rica y liberadora. Hoy es la única formación política con un proyecto para España. Un proyecto de unidad, libertad e igualdad.

Por su parte, el socialismo español, que había tenido el mérito de convertir unas viejas siglas conservadas en el formol del exilio francés en un recio partido socialdemócrata europeo, viene cultivando desde Zapatero una relación con el nacionalismo que oscila entre el apaciguamiento y la genuflexión. Esto resulta hoy especialmente grave si consideramos la mutación del monstruo nacionalista catalán: de cleptocracia posibilista a oclocracia golpista. Todos los errores que un gobierno podría cometer ante el golpe de Estado de unos supremacistas incompatibles con la idea y el proyecto europeos los ha cometido Sánchez.

El PSOE sabrá por qué ha consentido tal devaluación de su nombre y de su papel en la historia. El caso es que lo ha hecho. Y los actos tienen consecuencias. En la visión del socialismo español actual, los constitucionalistas no pueden concentrarse o manifestarse en según qué territorios de la Nación, so pena de ser tildados de perros por todo un portavoz de la Cámara Alta. Y si en Navarra solo les parecen lícitas las expresiones de apoyo a quienes linchan guardias civiles, cónyuges incluidas, en el País Vasco rechazan la presencia del buque insignia de la Armada Española. En poblaciones catalanas, la presencia de representantes del primer partido de la comunidad es considerada una provocación.

En resumen, el PSOE ha sido poseído por el espíritu del PSC, ese partido nacionalista a través del cual las familias pijas y bonitas de Barcelona mantuvieron controlado durante décadas al grueso del cinturón rojo y a la mayor parte de la izquierda cultural y mediática catalana. Lo curioso es que la posesión se haya consumado cuando el PSC es la sombra de la sombra de lo que fue. Para ustedes los nacionalistas, señor Ábalos. Para nosotros los constitucionalistas.