Hay tantos motivos para manifestarse por los derechos de las mujeres que es innecesario engordar la lista. Y porque queda todavía un largo trecho que recorrer, cabría esperar por parte de las organizadoras de la huelga y de la manifestación del 8-M vocación integradora. En una palabra: generosidad.

Por más imaginación que se le eche, es difícil asociar la especulación urbanística con la mejora concreta de la situación de las mujeres. Y los abusos de la banca. O los desmanes de la industria farmacéutica. Sobre todo si a la par no se consignan las injusticias del colectivismo. O las miserias del comunismo. O la crueldad de las teocracias con burka. Porque aun estando dispuesto a creer que Nueva York es el Infierno para las mujeres, no puedo figurarme que su Paraíso esté en Teherán o en La Habana.

Tras leer este miércoles el manifiesto oficial del Día de la Mujer, Pablo Casado se ha descolgado de la manifestación del viernes casi tan deprisa como Pablo Iglesias ha tenido que retirar el cartel en el que anunciaba su vuelta marcando paquete. En realidad, a los dos les han sacado a patadas. ¿Cómo va a manifestarse el PP en contra de "la derecha", los "tratados de libre comercio", las "políticas neoliberales" y el "orden capitalista", a los que incluyen las convocantes entre sus odiosos enemigos? ¿Y cómo va a permitir Unidas Podemos arruinar su campaña por un eslogan mal parido? 

Fueron mujeres progresistas las primeras que dieron la cara por la emancipación, aunque muchas de ellas pasarían hoy por conservadoras. Las conservadoras que también hicieron senda están condenadas al olvido. A Mercedes Formica, "mujer extraordinaria" -en palabras del poco dudoso Robert Capa- que promovió la reforma del Código Civil en pleno franquismo y consiguió que la mujer dejara de ser equiparada legalmente con los niños y los enfermos mentales, Podemos le ha retirado el busto que tenía en Cádiz, su ciudad natal.      

No faltaron mujeres de izquierdas que renegaron expresamente de las feministas, aunque hoy sean veneradas por ellas. Es el caso de Federica Montseny, la primera en sentarse en un Consejo de Ministros y a quien biografió Irene Lozano con mejor tiento que a Pedro Sánchez

"¿Feminismo? ¡Jamás! ¡Humanismo, siempre! Propagar un feminismo es fomentar un masculinismo, es crear una lucha inmoral y absurda entre los dos sexos que ninguna ley natural toleraría". No es una frase de Rocío Monasterio, portavoz de Vox, sino de la anarquista Montseny, una de "las que trajeron la Segunda República", por volver sobre el manifiesto del 8-M.

Encomendándose a otra república, Toni Albà ha querido ofender a Inés Arrimadas llamándola puta, sin que ni a Arrimadas ni a las putas -a las que el caricato debe tener en mal concepto para usarlas como arma arrojadiza- el feminismo las haya venido a ver.   

Que fueran mujeres progresistas las primeras que dieron la cara por la emancipación es digno de recordarse, pero no otorga ninguna patente. Nadie debe tener la patente de empeños que atañen a toda la sociedad. Con lo fácil que sería intentar que cualquiera pudiera sentirse cómodo mañana detrás de la pancarta.